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ISBN : 8483658003
312 páginas
Editorial: Suma de Letras (10/09/2015)

Calificación promedio : 4/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Una novela repleta de ternura que explora la amistad, el amor, la soledad y ese vínculo tan especial y único que se crea entre un ser humano y su mascota.

A Dan le gusta conducir despacio, hacer sudokus en su iPhone y disfrutar de una existencia tranquila con su novia, Clara. Pero todo parece haberse torcido en su vida. Su agencia de publicidad se ha arruinado, su director creativo ha desaparecido del mapa y Clara lo ha abandonado sin previo aviso.>Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Beatriz_Villarino
 20 October 2018
Acabo de terminar de leer esta novela; no conocía a su autor y no había oído nada del argumento. Alberto y Lara estaban encantados con ella y me recomendaron encarecidamente que la leyera. Así que, obediente, dejé la que tenía entre manos y una vez empecé por la primera página, no pude dejarla. Esperando a Doggo es una delicia; de hecho, ¡yo quiero un perro! (si viene acompañado de alguien como Dan tampoco estaría mal. Son la pareja perfecta).

La novela deja en el lector una sensación de felicidad inconcebible. al analizarla encontramos que los personajes encarnan a tipos actuales y perfectamente reconocibles: el fracasado, el ambicioso, la envidiosa, la superficial, la mística, la vapuleada por la vida… Asimismo la historia es parecida a la típica comedia romántica en la que un chico es abandonado por su pareja y, tras u duro golpe, encuentra la felicidad en otro sitio. Incluso el final es predecible pues los buenos son premiados y los malos castigados. Y sin embargo la prosa de Mark B. Mills te engancha desde el principio. El autor impregna de ternura, de amistad, de amor, cada página pues encarga a Dan, el protagonista, que cuente en primera persona su historia, la de un perdedor que se ha quedado en el paro y al que, tras cuatro años de convivencia, ha abandonado su novia dejándole un perro feo del que ella se encaprichó y rescataron de la perrera: «No, no atiende a ninguna clasificación estándar. Tiene el aspecto de un perro que se ha lanzado a toda velocidad contra un muro de ladrillo y que luego ha preferido no someterse a una operación de cirugía correctiva.»

Y resulta que Dan es un treintañero con sentido del humor, es de los que intentan ver el lado bueno de las cosas y sobre todo, es buena persona. Así que, acompañado siempre de Doggo relata una historia divertida, cómica. El lector mantiene el buen humor a lo largo de la trama porque las agudezas son contenidas, sarcásticas, plenas de ironías que provocan sonrisas.

La narración es fluida, Mills aprovecha los diálogos para describir a otros personajes o contarnos algo de ellos, consiguiendo retratos bastante sugerentes pues en ellos aparecen, incluidos en un vocabulario actual y dinámico, más propio del lenguaje oral, comparaciones poéticas que enriquecen el relato:

«—Está acabado
—¿Jethro?
Jethro es el tío más guay que conozco […] fumando hierba como un carretero […] Es como un trovador de nuestros días…»

Otras veces es el propio narrador el que intenta retratarse en sus diálogos con los demás, aunque a veces ni siquiera él mismo sepa si lo ha conseguido «Me he despedido con un escueto “Bs”, lo cual supongo que ha sido una forma decorosa de decir: “No, no voy por ahí”» No le hace falta transcribir toda la conversación; el protagonista se centra en lo importante y nos desvela lo que interesa, de esta manera consigue una agilidad fantástica en la exposición y al mismo tiempo no pierde entre asperezas la comicidad, rasgo que potencia con cualquier recurso, como la analepsis; mediante recuerdos selectivos puede resaltar sólo lo fundamental, lo necesario para que nos hagamos una idea de cómo era y contrarrestar así su proceso evolutivo al lado del perro.

La narración discurre de manera espontánea, de ahí que pase de un hecho a otro sin ningún tipo de intermedio, sin poner al lector aparentemente en situación; le basta un adverbio, a veces, para cambiar de suceso, de espacio, de tiempo y de personajes. Con estas alteraciones, abruptas y repentinas el narrador se permite contar aquello que nos sirve exclusivamente para ayudarnos a formar una idea de cómo son los personajes; es decir, los sucesos son meras excusas para retratar la galería de individuos que conforman nuestra sociedad moderna, un tanto estresada, un tanto superficial (la ropa se tiñe, al cabello «se le da color»), pero repleta de buenas intenciones, porque, debajo de las ironías y los sarcasmos, se percibe sobre todo una confianza ciega en el ser humano:

«—¿Por qué?»
—Porque era un escéptico y muchas de mis teorías son muy… –Busca la palabra–.
—¿Escépticas? –apunto
—¡Vamos, vamos! –dice– Menos guasa
Y por supuesto, esa confianza, ese cariño a los demás deviene en un amor absoluto hacia los animales
«—¡Lo ha hecho! Lo único que le he dicho ha sido: “Llévale esto a Dan”
Me sorprende y emociona
—Sabe mi nombre
—Sabe dónde se guardan los Choco Drops –masculla Edie–»

Pero no todo va a ser mérito de la narración, en realidad esa historia, en principio tópica, deviene en original al exponer la relación que surge entre el hombre y el animal, cómo ambos se van adaptando entre sí, al principio con reservas

«—Eh, Doggo, acabas de hacer un amigo.
Alargo una mano y en un primer momento me pregunto si lo que oigo es el sonido del tráfico, pero es el murmullo sordo de un gruñido que me advierte que guarde las distancias»

hasta terminar siendo un pilar fundamental en la vida del compañero

«No se limita a observar desde el otro lado de la sala, sino que me clava la mirada y, aunque es una mirada carente de expresión, difícil de interpretar, hay algo especialmente tenso, casi amenazador, en la postura de sus hombros. Esbozo una leve sonrisa. Ni se inmuta. Permanece inmóvil, como una estatua, mi conciencia, mi guía…, mi ángel de la guarda».

La relación entre Dan y Doggo va más allá de la camaradería, amor o lealtad; los protagonistas de esta historia experimentan durante el tiempo que pasan juntos algo similar a lo que les ocurrió a don Quijote y Sancho. Salvando las distancias, Dan se va Doggicizando al ver más allá del físico de su compañero. de ahí que si en un principio se muestra reticente ante el animal y lo rechaza: «Clara tenía razón: es pequeño y, a pesar de sus esfuerzos por fingir lo contrario, es feo», una vez Doggo forma parte constante de su vida lo quiere porque, entre otras razones, Doggo lo hace sentirse importante: «Se comporta como si […] no pudiera permitirse el lujo de meter la pata por temor a decepcionar a la multitud que lo venera […] Sus miradas fugaces me conmueven; ponen de manifiesto una confianza en mí que no había sentido hasta la fecha…»

Incluso hombre y perro llegan a confundirse en los diálogos que Dan mantiene sobre Doggo con los de la oficina:

«—Ahora, él asociará morder a Megan con un premio
—¿Eso crees?
Cuando otro Choco Drop desaparece entre los dientes de Doggo, Edie por fin lo pilla.
—No tenía ni idea de que fueras tan perverso.
—Ha sido en legítima defensa, su señoría. Empezó ella.»

Por su parte Doggo se va humanizando hasta que es tratado como ser humano no sólo por Dan sino por todos los que lo conocen «Sus delirios de grandeza son más comprensibles desde que en la oficina se corrió la voz de su extraña obsesión por Jennifer Aniston.»

Llegados a este punto, me atrevería a afirmar que Esperando a Doggo es una novela contemporánea de aprendizaje puesto que el protagonista va formando su personalidad a través de las aventuras (o sucesos, no vamos a exagerar) por las que va pasando. Y el detonante que saca todo su carácter es Doggo; el perro lo convierte en alguien que se plantea la justicia e intenta incluso vengarse ante un oprobio.

Dan se va convirtiendo en alguien sagaz a quien no le hace falta la fuerza para vencer a los bravucones sino que es capaz de derrumbarlos con ironía.

Dan, a través de Doggo deviene en un ser tierno, sincero y, sobre todo, más humano. Y Doggo alcanza una dimensión que se acerca a lo espiritual «—¿Listo para conocer a mi verdadero padre –pregunto–. Parece intrigado, casi impaciente, y, si él está dispuesto, yo también» Está bien leer algo divertido y que, por una vez, olvidemos el lobo que subyace en el hombre para quedarnos con la ternura que todos guardamos dentro.

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