La fama sigue cursos extraños: la de unos aumenta al morir y la de otros se desvanece. Lo que admira una generación la siguiente lo aborrece. Es imposible decir quién va a sobrevivir al holocausto de la memoria.
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La fama sigue cursos extraños: la de unos aumenta al morir y la de otros se desvanece. Lo que admira una generación la siguiente lo aborrece. Es imposible decir quién va a sobrevivir al holocausto de la memoria.
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-No hay tratos entre hombres y leones. Te voy a matar y a comerte crudo.
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Ese momento nos cambió la vida. Fue cuando empezamos a comprender la gloria y la grandeza que ahora y siempre iban a acompañarnos. Aquiles había elegido convertirse en leyenda y aquel era el comienzo.
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Parecíamos dioses en el alba del mundo y nuestro gozo era tan deslumbrante que no éramos capaces de ver otra cosa que el uno al otro.
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Tetis deseaba que su hijo fuera un Dios. Yo no podía imaginármelo de esa manera. Las deidades eran frías y distantes, tanto como la luna. Eso no tenía nada que ver con el brillo de los ojos de Aquiles ni con la picardía cálida de sus sonrisas.
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Me bastaba un simple roce o su olor para identificarlo, y, si me quedara ciego, lo reconocería por su modo de respirar o pisar el suelo. Lo reconocería incluso en la muerte, en los confines del mundo.
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Me bastaba un simple roce o el olor para identificarle; y si me quedara ciego, podría reconocerle por el modo en que respiraba o en que pisaba el suelo. Le reconocería en el fin del mundo, incluso en la muerte.
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Esas milésimas de segundo donde se encontraban la línea de nuestras miradas eran el único momento de mi jornada en que yo sentía algo.
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-Yo iré -se ofreció el argivo, incorporándose desde donde se había recostado sobre la borda-. He oído esa narración casi tantas veces como la nauseabunda del tálamo nupcial. -Tú te lo pierdes -gritó Ulises mientras el otro, ya de espaldas, se alejaba-. No le hagáis ni caso. Su esposa es una perra con un mal genio de cuidado capaz de amargarle el carácter cualquiera, en cambio, la mía... -Juro que como acabes esa frase te tiro por la borda y tienes que ir a Troya a nado. -El vozarrón de Diomedes recorrió toda la longitud del barco. -¿Lo veis? -Ulises meneó la cabeza-. Un amargado. |
Aquiles me estaba mirando. -Siempre tienes revuelto el pelo aquí. -Me tocó la cabeza justo detrás de la oreja-. Creo que nunca te he dicho lo mucho que eso me gusta. -Se me erizó el cabello allí donde sus dedos me habían tocado. -No -respondí. -Lo hice. -Deslizó la mano hacia la base de mi cuello y acarició la vena que discurría por el mismo-. ¿Y qué me dices de esto? ¿Te he dicho lo que me parece? Justo ahí... -No. -Entonces, seguramente esto... -Movió las manos sobre los músculos de mi pecho, calentando la piel con su tacto-. ¿Te he hablado de esto? -Algo me dijiste. -Contuve un poco la respiración al hablar. -¿Y qué me dices de esto? -Su mano se demoró sobre mis caderas, acercándose a la línea de los muslos-. ¿Lo he mencionado? -Sí. -¿Y te he hablado de esto...? Seguro que sí, no me habría olvidado. -Esbozó su sonrisa gatuna-. Dime que no. -No te olvidaste. -Ni tampoco de esto. -Ahora su mano era incansable-. Sé que te he hablado de esto. Cerré los ojos y pedí: -Dímelo otra vez. + Leer más |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?