El grafópata

El célibe imperfecto es como el perfecto lector: no le importa la cantidad de libros que lee, si no la calidad de su lectura (y más aún de su re/lectura), ni presume la cantidad de mujeres que ha amado, sino la calidad de su amor (y más aún, de su re/amor).

La biblioteca personal es una conjunción entre nuestra interioridad y el mundo exterior, entre la autobiografía y la historia, entre mi serenidad y el trueno lejano de las balas.

Una biblioteca nunca debe ser más amplia que la memoria de su dueño, ni menos variada que su curiosidad, ni más estrecha que su olvido, ni menos homogénea que su voluntad. Como espejo de sus proyectos, pasiones y prejuicios, la biblioteca personal no sólo es moldeada por su dueño, sino que también lo moldea a él, en especial cuando se ha vuelto el espacio cotidiano de su vida laboral, amorosa, intelectual.

El amor es capaz, como un demiurgo, de transformarnos en monstruos pero también en ángeles. Todo dependerá (oh dilema) de la forma en que sepamos amar.

Sólo anhelamos aquello que tenemos, aquello que amenaza con destruirnos, aquello que debemos enfrentar para poder trascender: el amor con sus quelíceros, pétalos y tentáculos, con sus amaneceres, crepúsculos y medianoches, con sus filamentos, zarpas y lutos.

Quien compadece anhela, empática y generosamente, unirse a quien padece, sea la vida sea la muerte, sea el amor o sea el despecho.

Si atendemos a la intuición de Edgar Allan Poe, para quien (como varón) la muerte de una mujer amada es "incuestionablemente el tema más poético del mundo", y la melancolía, "el más legítimo de los tonos poéticos".

Lo único universal de la música es que cada quien la escucha como desea o necesita

Una mujer inmune al juicio ajeno, que sabía valorarse a sí misma con la verdad de su cuerpo, de su amor y de su encanto.

No se escribe novela para "contar" una historia sino para "hacerla real" en la mente de los hipotéticos lectores. La novela es un artefacto hecho con palabras que el lector activa para provocar en sí mismo una emoción que es plenamente real: la piedad, el terror o la risa que paraliza el ánimo cuando se lee, se contempla o escucha una obra de verdadero arte.