Así, cuando emergía, era una criada. A quien llamaban constantemente desde la oscuridad de su atajo para funciones menores, para lavar la ropa, secar el piso, servir a unos y a otros. ¿Pero servía realmente? Pues si alguien prestase atención, vería que ella lavaba la ropa - al sol; que secaba el piso - mojado por la lluvia; que extendía las sábanas - al viento. Ella se las arreglaba para servir mucho más remotamente, a otros dioses. Siempre con la entereza de espíritu que había traído del bosque. Sin un pensamiento: apenas cuerpo en movimiento calmo, rostro pleno de una suave esperanza que nadie da y nadie quita. (La criada) |