“Las chicas de Manhattan” ha sido una auténtica delicia y, al terminarlo, tuve la sensación de que con mucho gusto hubiese seguido leyendo acerca de las vidas de estas fantásticas mujeres. Ofrece la posibilidad de echar la vista atrás al Manhattan de los años 20 a través de los ojos de cuatro mujeres muy diferentes entre sí, pero que entablarán una profunda amistad que les ayudará a hacer frente a las adversidades. La historia relata las vidas de Dorothy “Dottie” Parker y tres de sus amigas, pertenecientes todas ellas a la famosa Mesa Redonda del Algonquin, una tertulia formada por periodistas, críticos, escritores y personajes relacionados con el mundo del espectáculo en Broadway, que se reunían en el famoso hotel. Conoceremos a Jane Grant, primera mujer reportera de The New York Times, y decidida a lanzar una nueva revista junto a su marido Harold; Peggy Leech, asistente en una revista durante el día y novelista que sueña con publicar su primera novela; Winifred Lenihan, una bella y talentosa actriz de teatro que deberá hacer frente a las insinuaciones y abusos de un difícil mundo, mucho antes de la era del #metoo; y, por supuesto, Dottie Parker, poetisa, escritora y crítica teatral, famosa por su ingenio y su lengua afilada. Las cuatro deciden formar un club de bridge que servirá de excusa para reunirse y cotillear, servir de consuelo las unas a las otras o de apoyo en los malos momentos. Lo que no imagina es que su mayor desafío será salvar a Dottie de sí misma. La autora consigue capturar a la perfección cómo era la vida en esa época, el sexismo y el machismo imperantes, los cuales contrarresta al presentar cuatro protagonistas fuertes, decididas a cambiar las cosas, pero sin miedo a mostrar sus vulnerabilidades. Me resultó muy interesante ver algunos de los desafíos a los que debían enfrentarse las mujeres en el Nueva York de los años 20, un mundo dominado por hombres en el que ellas debían luchar con uñas y dientes para ser respetadas, haciendo auténticos malabarismos para poder conjugar sus carreras con su vida personal. Me encantó esa sororidad que se establece entre las cuatro, ese apoyo mutuo que estaba siempre ahí a pesar de sus diferencias. Es particularmente interesante el retrato que hace de Dottie. La que aparentemente da imagen de ser la más fuerte es, en realidad, la más frágil de todas ellas, revelándose esa acidez que muestra al mundo como una coraza para evitar que le hagan daño, pues lo único que desea es ser querida. La novela presenta un estilo narrativo sencillo y fácil de seguir. La historia fluye a la perfección y, el hecho de ir alternando capítulos entre las cuatro protagonistas, hace que la lecture resulte muy ágil, no existiendo un solo momento en que la historia se estanque. Conforme avances en la lectura tendrás la necesidad de investigar más acerca de todas ellas en Google, lo que me ayudó a conectar aún más sin cabe con todos los personajes. Es impresionante cómo, a partir de apenas un puñado de datos históricos, Gill Paul ha conseguido ficcionar sus vidas, convirtiéndolas de nuevo en personas de carne y hueso que cobran vida ante tus ojos a medida que las vas descubriendo. Este es solo el segundo libro que leo de la autora pero, después de la experiencia tan fantástica que ha supuesto su lectura, estoy deseando ponerme al día con sus novelas anteriores. + Leer más |