Mientras escribo

“Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo”.

No sé si algún día llegaré a escribir algo que vaya a ver la luz más allá de mis allegados, pero este consejo me parece de lo más acertado y me aplico al máximo en la primera de las dos premisas. En cuanto a la segunda... pues ya veremos. A final, como él dice: “Escribir una historia es contársela a uno mismo”.

Me ha encantado leer esta mezcla de biografía y ensayo acerca del oficio de escribir. No soy fan de Stephen King, aunque me han gustado mucho algunas de sus novelas (Carrie, Rabia, La larga marcha), porque como él reconoce en este libro, se enrolla muchísimo en el primer tercio de sus obras y suele hacérseme bola. Pero descubrir la vida y la humildad de King como autor me ha impactado más de lo que esperaba.

También me ha fascinado conocer su proceso creativo, tan válido como cualquier otro, y que resuena en mí mucho más que otras formas de verlo, vistas en manuales y clases de narrativa durante mi corto y reciente viaje por esas lindes.

“Las historias (…) son reliquias, fragmentos de un mundo preexistente que no ha salido a la luz. El trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlas lo más intactas que se pueda. (…) es muy difícil que saques todo el fósil sin alguna rotura o pérdida; hasta para desenterrar la mayoría de las piezas es necesario cambiar la pala por otras herramientas más sutiles. La trama es maquinaria pesada, el martillo neumático del escritor. (…) rompe casi tanto como extrae. Es torpe, mecánico, anticreativo. Para mí, el esquema argumental es el último recurso del escritor (...). La historia que nazca tiene muchas posibilidades de quedar artificial y forzada”.

Os recomiendo un montón su lectura. Quizá descubráis cosas acerca de vosotros mismos, tanto a la hora de leer, como a la hora de escribir. A mí, desde luego, me ha sido muy útil.

Yo soy «brújula», ¿y vosotros?