Nada que decir

Iba a comenzar mi reseña diciendo que la escritura de Silvia Hidalgo me ha cautivado. Pero ese verbo se me queda corto. Más bien me ha arrebatado.

Fue leer la primera página y sentir un profundo vínculo con lo que estaba contando, y sobre todo, con cómo lo estaba contando. Una mezcla perfecta de identificación emocional y afinidad estilística.

Eva está en plena crisis existencial tras sus recientes separación y maternidad. Se autosabotea. No sabe/puede ser feliz, de igual modo que una persona alta no sabe/puede ser baja.

Pero cómo se desarrolla la trama es lo de menos. Lo que a mí me ha entusiasmado ha sido la densidad psicológica que subyace en cada párrafo, en cada frase. Es un texto pleno de hallazgos, que he disfrutado lentamente, paladeando y cavilando sobre cada idea que iba plantando, empapándome de su intensidad emocional.

“Nada que decir” te envuelve, te engulle. Si conectas de manera íntima, te va a remover las tripas y el corazón, gracias a su voz narrativa incisiva y visceral.

Si no, de todos modos vas a sentir un interés genuino por lo que subyace en esta mujer errática, herida, desapegada y desorientada, que busca metas en las que fracasar le dé igual porque se trata de un dolor que puede controlar. No vas a poder evitar conmoverte al hurgar en las heridas de su pasado. Quizá no compartas sus decisiones, pero no creo que puedas reprocharle sus intentos de adueñarse de su deseo sexual y de reposicionarse como mujer más allá de los ámbitos familiar, matrimonial o laboral.

Ganadora del Premio Tusquets este año, “Nada que decir” no hace honor a su título, porque si por algo destaca es por la torrencialidad de sus dardos emocionales y de sus reflexiones certeras y turbadoras. Te animo a que conozcas esta singular y adictiva novela. Si te encandila aunque sea solo la mitad que a mí, te aseguro que va a ser un viaje que te va a merecer la pena emprender.

Detrás de un matrimonio feliz se puede esconder una total falta de pasión. Detrás de una hija sana puede existir un sentimiento maternal escaso. Tras un ascenso en una gran empresa puede acechar la sombra de una madre eternamente decepcionada y el fallecimiento de un padre. Hay ocasiones en que nuestras vidas perfectas están realmente vacías e inmóviles y nadie conoce el verdadero tedio que se revuelve en nuestro interior con la intención de buscar un desahogo.

𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦𝘤𝘪𝘳 de 𝘚𝘪𝘭𝘷𝘪𝘢 𝘏𝘪𝘭𝘥𝘢𝘭𝘨𝘰 representa todo eso y más. Es un ejemplo de la vida de todas esas mujeres que, cansadas de luchar, terminan perdiendo el rumbo y experimentando un profundo desasosiego. Eva, la protagonista de esta historia, no se siente madre, esposa, o hija. Ella no responde a la imagen idílica de "mujer trabajadora capaz de todo" que nos ha intentado vender la sociedad. No es una efigie de la perfección. Ella es una mujer real.

Cuando comencé este libro lo hice con dudas, lo reconozco, pero esas dudas se disiparon rápido. A medida que avanzaba, descubrí el ejercicio tan adictivo como culpable de devorar página tras página siendo testigo de la angustia, la vulnerabilidad, el aburrimiento, el irrefrenable deseo o la rabia de una mujer a la deriva que decide romper con todo.

Y me ha resultado fascinante e inspiradora la manera en que la autora utiliza las palabras. Cada frase, honesta y lacerante, ha sido como una cuerda que se te ata a los tobillos para arrastrarte dentro de un caos emocional frenético.

En definitiva, tengo muy claro que debo seguir leyendo a Silvia Hidalgo para poder acercarme un poco más a su trayectoria, porque sobre este libro... ya no hay nada que decir.

Este libro nos narra la historia de una mujer que se enfrenta a la pérdida de su identidad provocada por su reciente maternidad, el fracaso de un matrimonio que parecía sano y y a un deseo hacia una relación prohibida y tóxica que la mantiene enganchada. La actividad sin pausas de nuestra sociedad, las emociones más íntimas y escondidas encuentran un hueco por el que salir a la superficie. 

La autora construye un personaje lleno de contradicciones que busca la felicidad siguiendo las reglas establecidas hasta que se da cuenta de que está insatisfecha y decide dejarse llevar sin medir las consecuencias.

Es una novela que trata de manera natural esos sentimientos que muchas veces evitamos y que no somos capaces de asumir como la envidia, la venganza o la ira.

No puedo evitar pensar que es una novela un poco triste (me apasionan las historias tristes) ya que la protagonista debería estar viviendo uno de sus momentos más dulces (nacimiento de su hija, matrimonio sano, crecimiento laboral...) y, sin embargo, no encuentra esa felicidad que la sociedad no deja de repetirnos que, cuando consigamos esas metas (casa, coche, trabajo, marido, hijos, éxito), la obtendremos. Pero no llega. Alcances lo que te exigen o no.

Hay que leer este libro, porque aunque Silvia diga que no hay nada que decir, ha dicho de todo en 219 páginas