El problema eran los mentirosos. Le dijeron que podría hacer cualquier cosa que se propusiera, le dijeron que aspirase a tener la luna porque si fallaba le quedarian las estrellas, la engañaron para que creyera que podría alcanzar grandes logros. Todo mentiras. Porque estaba destinada a responder al teléfono en servicios de atención al consumidor, a cargar bolsas hasta los coches de los clientes, a fichar a su hora, a medir su vida en descansos para salir a fumar. Pensar lo contrario era una locura. La silla no mentía. La silla acabó con su locura. La silla le mostró exactamente de qué era capaz, es decir, de nada.