—Ese beso… En realidad… De nuevo dejó la frase a medias. Pero yo la completé de inmediato en mi mente. “… no era mi intención.” Ah, perfecto, entonces, sencillamente no debería haberlo hecho,¿no? Eso era como prender fuego a una cortina y sorprenderse luego de que toda la casa estuviera ardiendo. (Vale, sí, una comparación estúpida.) Yo no pensaba facilitarle ni un poquito las cosas, así que le miré fríamente, manteniéndome a la expectativa. Quiero decir que traté de mirarle fríamente y mantenerme a la expectativa, aunque en realidad supongo que puse cara de “soy el pequeño Bambi; por favor, no me dispares”; no podía hacer nada para evitarlo. Solo faltaba que me empezase a temblar el labio inferior. “No era mi intención.” ¡Vamos, dilo! Pero Gideon no dijo nada en absoluto. Tiró de un horquilla hundida entre mi cabello revuelto (seguramente, a esas alturas parecería que unos pajaritos hubieran anidado en mi complicado peinado), cogió un mechón y lo enrolló en torno a su dedo, mientras con la otra mano empezaba a acariciarme la cara. Luego se inclinó hacia mí y me besó de nuevo, esta vez con mucha delicadeza. + Leer más |