Zafiro de Kerstin Gier
En mi interior vi al león aproximándose al corazón de rubí junto al abismo y barriéndolo de un zarpazo. Cayó a cámara lenta, golpeó contra el suelo y se partió en mil minúsculas gotitas de sangre. (…) Me estaba muriendo. Podía sentirlo claramente. Ahí donde había estado mi corazón, se extendía un frío helado. Un frío que se propagaba deprisa por mi estómago, mis piernas, mis pies, mis brazos, mis manos, hasta llegar a mi cabeza. |