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126 páginas
Editorial: Casa de la Cultura Ecuatoriana (10/11/2011)

Calificación promedio : 3.5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Recopilación de ensayos, libro presentado en el II Encuentro de Talleres y Grupos Literarios del Ecuador (Latacunga, 10-12 de noviembre del 2011). La mayoría fueron escritos por el autor durante el ciclo doctoral en el Departamento de Letras de la PUCE, cuyo director fue el poeta ecuatoriano Julio Pazos Barrera. El volumen compendia 16 ensayos a ratos verdes y a ratos eruditos, la mayoría lúcidos y paradigmas del buen ojo para descubrir las costuras y dar una opinió... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
richmarcelo
 06 April 2021
Más allá de la transparencia (Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2011)
Recopilación de ensayos, libro presentado en el II Encuentro de Talleres y Grupos Literarios del Ecuador (Latacunga, 10-12 de noviembre de 2011). La mayoría de ellos fueron escritos por el autor durante el ciclo doctoral en el Departamento de Letras de la PUCE, cuyo director fue el poeta ecuatoriano Julio Pazos Barrera. El volumen antóloga 16 ensayos a ratos verdes y a ratos eruditos, la mayoría lúcidos y paradigmas del buen ojo para descubrir las costuras y dar una opinión válida de lo analizado.
En el primero, titulado ‘Pablo Palacio o la más terrible risa de Quito' (agosto, 1984), Gustavo Garzón, a propósito del examen que hace del autor lojano, enuncia un deber ser del escritor. Este escritor comprometido, consciente de su contexto social e histórico, debe tomar en cuenta a su lector, ser honesto y buscar los mejores mecanismos para responder a los desafíos propios de su época: «debe decir algo a sus lectores y al mismo tiempo despertar los sentimientos estéticos del público.» (Más allá de la transparencia, 9) Algo que en sí podría encontrarse en Palacio.
Este, instalado en Quito, una urbe que empezaba a superar el ambiente bohemio-modernista y se abría al realismo social del ‘Grupo de Guayaquil', representó una alternativa paralela. Pues, si bien fue un «intelectual honesto» parte del socialismo ecuatoriano, su abordaje de la problemática histórico-social fue de otro cuño. Según Gustavo Garzón, él invitaba a sentir «asco» de su actualidad, retratando lo ruin y bajo, diferente a las representaciones, a veces en desmedro del arte, de los ‘Cinco como un puño'. Ambas literaturas fueron en mayor medida leídas por círculos digamos burgueses, lo que generó que el mensaje no llegue al público objetivo, es decir, los sujetos oprimidos de los mismos textos. Sin embargo, y lo señala muy bien nuestro autor, Palacio fue consciente de ello y echó mano del inconveniente para presentar a este público todas las contradicciones y cloacas de su mundo, estableciendo así un modelo de crítica desde el interior. Es por ello que el escritor lojano fue un autor «subjetivo» encargado de mostrar la «real realidad» sin mitificaciones. Un artista que sacude al lector y lo vuelve partícipe. Un descubridor del monólogo interior y precursor de la novela collage.
En ‘Vargas Llosa: ¿Un reformista libertario?' (abril, 1986) se toma a la novela Historia de Maita como punto de discusión. Esta obra desata observaciones sobre el pacto de verosimilitud propuesto por Vargas Llosa y una crítica sobre la postura categórica de este ante las luchas insurrectas.
De acuerdo a Gustavo Garzón, la novela es una suerte de laboratorio en donde se ensaya la manera de ‘mentir' sin que se viole la verosimilitud. A decir, se admite la identificación del mundo real con el novelado, pero con la debida advertencia del novelista de que lo narrado es ficción basada en un hecho histórico: la rebelión del pueblo peruano de Jauja en 1958. La intención de la ficción es la de demostrar a los lectores que un cambio social no se puede conseguir mediante la «violencia política».
El concepto de pacto de verosimilitud o «convenio de veridicción» lo toma de su maestro Miguel Donoso Pareja:
El signo literario está integrado por tres elementos inseparables: emisor, mensaje y receptor, términos que pueden sustituirse autor, texto, lector. Aclarando el asunto: no existe texto sin lector y viceversa, lo que implica el carácter inseparable de estos dos elementos. El emisor, por su parte, está siempre implícito en lo emitido texto o mensaje, aunque como autor concretamente como persona pueda separarse relativamente del texto que, en el tiempo y en el espacio, comienza a actuar automáticamente y pasa, a la postre, a pertenecer a sus lectores (…) Un lector tiene diferentes parámetros de juicio según su formación, sus conocimientos, su concepción del mundo, la naturaleza de sus creencias religiosas, el lugar y el tiempo en que vive, etc. Y es a partir de esto que se relaciona con lo admisible. (Más allá de la transparencia, 22)
En la novela –muy característico de Vargas a Llosa– se presenta el poder ejercido sobre los personajes y la idea de un Perú apocalíptico; un campo de guerra. Maita, desde niño, vive en un ambiente de violencia y represión. Esto lo convierte en un rebelde en contra de las injusticias. Azuzado por Vallejo, alferéz del ejército, emprenden acciones revolucionarias, sin embargo, todo termina en fracaso.
Gustavo Garzón critica la posición que se le da a lo acontecido en Jauja como el primer eslabón de la cadena de violencia en Perú, pues empuja a creer en una falta de mención a la época de conquista española. Además, pasa inadvertida la violencia que no está en las calles pero que teje con sus hilos desde las sombras. Mientras exista aquella violencia que se ha ido institucionalizando desde tiempos inmemoriales, aparecerá otra como matafuegos y bajo la figura de la insurrección.
A Gustavo Garzón le extraña la involución de Vargas Llosa, quien pasó de defensor de las revoluciones a defensor de las posiciones reformistas socialdemócratas. Lo que en el plano político lo mimetiza con su personaje Pedro Camacho de la tía Julia y el escribidor. Se lee entre líneas que lo considera tibio y falto de verdadero compromiso: «Estimamos que un autor, siempre que se mantenga en los límites de su obligatoriedad social justa, posee independencia para indagar tanto en los campos subjetivos como en los de la lingüística. Obligatoriedad social justa que yo entiendo como socialmente consecuente con la lucha de nuestros pueblos. » (Más allá de la transparencia, 26)
En ‘Oposición a la magia: tratando de romper un círculo infernal' (1986), revisión del cuentario Oposición a la magia de Francisco Proaño Arandi (Editorial El Conejo / Oveja Negra, 1986), se destacan las redes creadas por el autor para que el lector caiga en los círculos infernales propuestos. Proaño Arandi ha empleado un lenguaje aterrador y obsesivo, cercano a Kafka. de acuerdo al análisis efectuado, también están presentes los temas espectrales y repulsivos de Pablo Palacio, así como los silencios y lo sugerido, propios de Édgar Allan Poe. Es constante el mito del ‘eterno retorno' de Nietzsche, es decir, ciclos que se repiten, constantes devenires. Lo que provoca una atmósfera desoladora en las narraciones. No obstante, se trata de un libro que va desde una cumbre llena de «vientos helados, de frío, de misterio» hacia un final donde se diluye el misterio y la alucinación.
Para Gustavo Garzón resulta muy importante la presencia del escritor en su contexto, ya que este no solo es un «creador», sino también un «ser social crítico». El tema lo aborda en el ensayo ‘El escritor y su realidad' (sin fecha). La arista principal es que la realidad es «absolutamente todo lo que pueda caber en el pensamiento, en la inteligencia del hombre.» (Más allá de la transparencia, 39) Así, a pesar del uso de la ficción y lo fantástico, se sigue dentro de la realidad, pero con nuevas facetas pues se toman referentes reales para ficcionar. Siendo una literatura autónoma en contacto con el lector.
Por otro lado, el escritor, si quiere ser digno de ser humano y digno de un mundo nuevo, tendrá que «integrar perfectamente su trabajo creador con su deber como ser social y crítico se la sociedad.» (Más allá de la transparencia, 40) Esta clase de escritor es el que saca a flote su estilo sin ignorar su deber ser social. Ya que, si va a llegar a grandes sectores necesita responsabilizarse por sus escritos. A decir de Hugo Salazar Tamariz, citado por Gustavo Garzón: «(…) no aceptamos un arte con sentido dirigista, donde lo dogmático sea el pivote fundamental; estimamos que el autor, siempre que se mantenga en los límites de su obligatoriedad social justa, posee independencia para indagar tanto en los campos subjetivos como en los de la lingüística.» (Más allá de la transparencia, 40)
En ‘De la pájara y el señor' (1986), revisión de la novela Pájara la memoria de Iván Égüez (Editorial Planeta, 1984), se dice de ella que es una novela compleja pero no circular. Recorre la historia del país, desmitificándola y mostrando lo que se ha hecho y deshecho. Compleja por el tratamiento excesivo del lenguaje, pero que dista del sentido que se le quiso dar en un principio; que el lector sea participativo. El personaje principal, Daniel Martínez, está condenado a no olvidar, a tener una memoria perenne. Los puntos flacos son que en la historia no se resuelven los conflictos, hay personajes que aparecer solo para justificar acciones, hay un tinte melodramático y los desenlaces son apresurados. Cosa distinta de otra obra de Égüez, El poder del Gran Señor, que por lo fácil de su lectura el lector podría sentirse «menospreciado». Con personajes artificiosos, el leitmotiv principal es la Iglesia. Sin embargo, la historia carece de nudo y conflicto. Se explica al lector cosas muy obvias.
La novela ‘Entre Marx y una mujer desnuda' (octubre, 1986) (Siglo XXI Editores, México, 1976) nació dentro de la sociedad ecuatoriana, que a su vez está inserta en la idiosincrasia latinoamericana. Una sociedad con individuos despojados de su condición de seres humanos y llevados al estado puro de la indiferencia. Un espacio de explotación y corrupción que tiende al «desprogreso». Detenidos en el tiempo entre el feudalismo y el subdesarrollo. Novela respuesta ante tan deplorable panorama. Novela de un autor vanguardista, «portavoz de la realidad», quien refleja las «apariencias colectivas», quien cumple su «función social» y de cultura-nueva-democrática.
Un auténtico intelectual latinoamericano, despojado de su «costado elitista» y «exclusivista», quien brinda su obra al destinatario «para hacerle entrega de su cuota del contenido» y así ambos puedan elaborar una crítica sobre aquello que mantiene marginada a su sociedad. Si se quiere cumplir con el cometido, no hay de otra que desacralizar el arte y generar una nueva concepción: «El arte socialmente válido presupone, como condición de subdesarrollo, una alta calidad ideológica técnica y una nueva visión del mundo (…) esto presupone también la experimentación, la búsqueda de nuevos caminos expresivos en nuevas obras artísticas (…) que entran en el proceso social de la evolución progresiva de la vida». (Más allá de la transparencia, 51)
Y Adoum lo hace. En su novela, según Gustavo Garzón, se refleja la realidad del Ecuador mediante un texto desestructuralizado, un «caos divino» tal que sí la sociedad ecuatoriana. Un texto activo que quiere contribuir al cambio social, en pocas palabras la «destrucción de la estructura formal y la participación del lector».
Para tales fines Entre Marx y una mujer desnuda propone tres niveles narrativos: 1. (El autor desmitificado y al desnudo). Nivel en donde se tiene el relato del autor mientras escribe una novela: el proceso de creación, los conflictos surgidos y la respectiva autocrítica. Son reflexiones del mismo autor sobre el arte, la literatura y su función social, y su validez dentro del contexto ecuatoriano. 2. (El libro escrito). En este nivel la crítica social se vuelve más perenne. Se muestra cómo son las realidades en los diferentes estratos sociales. El individuo se sitúa ante el orden social y sus personajes representantes: el indígena Juan Manuel, obreros, y la burguesía con el Cretino y Rosana. 3. (El libro proyectado). El nivel en donde tenemos a Galo Gálvez trabajando en su novela autobiográfica Cuasimodo en el campanario. Él es el personaje principalísimo, pues es el vaso comunicante entre los otros niveles, encarna a un escritor comprometido con su praxis social, y está inspirado en el escritor Joaquín Gallegos Lara.
En la novela de Adoum se hace vívido el lenguaje poético: humor e ironía, reflexiones, ternura, ruptura de la cuarta pared, caligramas y neologismos. Una obra en su pureza latinoamericana y ecuatoriana, que supera con creces la usual anécdota e intenta responder a las necesidades sociales y estéticas de su tiempo.
Sobre ‘Tribu Sí' (1986) de Carlos Béjar Portilla (Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, 1973), se destaca la apuesta de, a través de la bohemia y alucinógenos experimentados por los personajes, plantear sendas introspecciones y reflexiones sobre la esencia de la vida, el amor, la felicidad y la amistad. Un grupo de artistas de los 60, hijos de la época del rock ‘woodstockiano' quienes se refugian en la Tribu para vivir su camaradería. En la novela también se producen experimentos con el lenguaje, que se lo siente libre y fuera de los cánones académicos. Además de la inclusión de un apéndice con poesía precolombina.
La reflexión de Gustavo Garzón sobre el papel del escritor y el ejercicio de escribir continúa en ‘Situación actual de la literatura en el Ecuador' (mayo, 1985). En donde ubica al realismo social del ‘Grupo de Guayaquil' como la primera corriente literaria que asumió una actitud honesta y crítica ante la sociedad. Ya lo advirtió en su ensayo sobre Pablo Palacio, si bien los ‘Cinco como un puño' denunciaron a través de la literatura, su error fue tratar de trasladar la realidad ‘fielmente' al libro; lo que supuso un desmedro del arte y un subjetivismo excesivo por pretender un realismo. Además de que las obras creadas se convirtieron en artículos exóticos de consumo, a pesar de haber sentado las bases del realismo mágico (el tratamiento de lo mágico mítico en la novela Los Sangurimas de José de la Cuadra, en donde se trabaja con el exotismo de las relaciones incestuosas de los montubios, se adelanta décadas a lo hecho por Gabriel García Márquez en Cien años de soledad). Palacio fue el que avanzó más allá de la realidad para redescubrirla. Invitó a los lectores a asquearse del entorno y así buscar hacerlo digerible. Consciente de que los libros no son objeto de consumo del pueblo, dedicó los suyos al otro mundo, a la otra clase dormida. La hibridación entre el realismo social y Palacio, de acuerdo a la percepción de Gustavo Garzón, sería Jorge Icaza. En su novela Huasipungo el citadino se encuentra con una realidad desconocida para él: la situación precaria y explotada del indígena. En cambio, en El chulla Romero y Flores, no solo obra una descripción y testimonio de la realidad, sino un análisis de la situación y psicología de los personajes, con el fin de determinar cómo son afectados por los socioeconómico y así determinar correcciones.
Luego vendría la literatura sesentera preocupada por el ser humano, al que sitúa como buscador de su ‘identidad' y lugar en un mundo alienante y explotador. Ejemplo de ello sería Pedro Jorge Vera y su obra Los animales puros, en donde se analiza, a manera de autocrítica, la honestidad de los miembros del Partido Comunista Ecuatoriano. Polvo y ceniza de Eliécer Cárdenas, que recrea «el espíritu inconformista y rebelde del proletariado». El rincón de los justos de Jorge Velasco Mackenzie, que presenta la condición precaria de los grupos marginados de Guayaquil en contraste con el crecimiento y desarrollo urbano. Y Luna, soroche y los tíos de Alicia Yánez Cossío la que, a través de lo mágico mítico, anuncia la decadencia de la aristocracia quiteña.
En cuanto a los problemas que enfrentan los creadores de literatura nacional. Están la falta de reconocimiento de la labor de escritor como un trabajo, la ausencia de estímulo editorial, la falta de verdadera crítica por parte de los medios de comunicación, la falta de revistas especializadas, la indiferencia de las librerías para con el producto nacional, la desorganización y retraso en las bibliotecas, la incapacidad de integración del ser creador con el ‘ser social' (una obra no necesita ser panfletaria para ser crítica). Problemas aupados por un sistema social ineficiente y una cultura oficial que prefiere el silencio y se maneja por el valor de mercado, negándose así a nuevas formas y técnicas. Ante tal panorama no es aconsejable la lucha en solitario o la lucha doméstica. La forja de grupos posibilita discutir y descubrir nuevas técnicas literarias.
Según Gustavo Garzón, la novela que consiguió condensar tanto los conflictos del ecuatoriano en sus diversos niveles, el conflicto del escritor como tal y como ser social, y la literatura como objeto estético, ha sido Entre Marx y una mujer desnuda: «No hay que bajar el arte a nivel del pueblo sino elevar al pueblo a nivel del arte».
En ‘El duro trabajo de escribir en el Ecuador' (abril, 1985) (disertación dada en la entrega de premios en un concurso de cuento), es grato encontrar una suerte de decálogo, pero inspirado en el medio ecuatoriano y adaptado a los cultores nacionales, lo que es muy raro de encontrar.
En las «características y condiciones que debe poseer una narración literaria para ser un cuento» tenemos que:
1. El cuento narra una acción o situación específica en un tiempo y lugar determinados, con pocos personajes y en pocas páginas.
2. En él debe existir un núcleo: el nudo es la razón de ser del cuento.
3. Ir más allá de la mera anécdota y hacer partícipe al lector.
4. El cuento es una unidad, cada una de sus partes debe cumplir una función específica.
5. El cuento debe ser original, pero dicha originalidad reside en la forma de contar y en las nuevas formas generadas para contar.
6. El cuento no es una fábula. El escritor no es un maestro moralista de sus lectores, no es un dios, es un simple ser humano.
7. El cuento expresa ideas y cuestiona.
8. Debe ser sintético y sugerente; produce sensaciones.
9. El cuento no replica una novela, representa la realidad del escritor.
Sobre la novela El perfume de Patrick Suskind (Seix Barral, 1985), en la reseña ‘Todos los olores del mundo', se toma al personaje principal Jean Baptiste Grenouille para ‘olerlo', fusionarse con él y acompañarlo hasta el exilio. Este, nacido en medio de la basura y vuelto paria por sus semejantes, quiere atrapar el olor de una mujer hasta asesinarla. Desea ser amado y reconocido por los demás, siente que la única forma es creando el perfume del amor al extraer la esencia de diversas doncellas. Un perfume que luego enloquece a sus mismos perseguidores y verdugos. Pero el perfumista cae en cuenta que su misión ha sido inútil por la artificialidad de la creación; jamás le ha pertenecido el perfume, solo fue producto de su genio y monstruosidad. Así el lector cierra el libro y regresa a su propia podredumbre que trata de ser amainada con la civilización de las sociedades modernas.
Reseña que vendría cumplir el papel de lunar entre las otras, pues la mayoría están dedicadas a analizar autores nacionales y ésta a un extranjero.
En ‘Función de lo cotidiano en los poemas de Euler Granda' (sin fecha), que forma parte de los escritos de Gustavo Garzón que iban a nutrir el corpus de su tesis doctoral, es digno encontrar las aproximaciones de un autor prosista apasionado por la lírica, tanto como para dedicarle al tema una investigación de quinto nivel de educación.
Nuestro ensayista obra una introducción que fungirá como eje transversal. La obra de Granda será tomada
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