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ISBN : 9978970126
171 páginas
Editorial: Municipio de Quito (30/11/1991)

Calificación promedio : 4.5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
Durante la alcaldía de Rodrigo Paz Delgado, el Municipio de Quito emprendió un proyecto editorial que tuvo como tarea la publicación de jóvenes talentos nacionales. Gracias a las gestiones de Raúl Pérez Torres se pudo incluir dentro de la ‘Colección Fondo de Ediciones Populares Evaristo’ una selección con los mejores cuentos de Gustavo Garzón, que vieron la luz en diciembre de 1991. Para Luis Ángel Saavedra, comunicador social de la Fundación de Asesoría en Derechos... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
richmarcelo
 04 May 2021
El libro, dividido en dos partes, está dedicado a la «mujer de los zapatos azules», figura icónica dentro del imaginario simbólico del autor. Y comienza con el relato corto ‘Un miserable mosquito', antesala de una fenomenología sobre un hecho común y corriente, pero que entraña la ley de la vida en el mundo salvaje.

El narrador testigo describe lo que sucede en su baño mientras realiza una actividad cotidiana, orinar. Este marco escénico es importante pues, al presentarse como algo burdo, no se sabe cómo se desencadenará la historia fabular. El conflicto se centra en la lucha entre un novel mosquito y una araña vieja que pretende cazarlo. Con el uso de un lenguaje claro sabemos el status de los protagonistas y el escenario de la posible cacería. Dentro del tiempo de la historia suceden varias acciones pero es momentáneo y todo dura lo que se demora una persona en el baño. El tema del cuento queda implícito.

‘Daniel y los cacorros'. al toparnos con el título, la palabra ‘cacorro' es la que salta a la vista al no ser tan común. En breve se nos revela que se trata del nombre de un extraño animal similar a un ave. El narrador omnisciente es el encargado de contar los hechos. Gustavo Garzón imaginó los elementos necesarios para confeccionar una pesadilla, es decir, el realismo macabro, lo salvaje y la presencia de animales. Todo se desarrolla dentro de un pozo, en el que Daniel, una suerte de especie antropomórfica: «Las garras de Daniel abrazaban las delgadas vigas de modo que las uñas se topaban con las muñecas.», trata de recuperar un huevo robado y alojado en un nido de cacorros: «sentadas sobre sus traseros agitaban las patas, todavía débiles para servirles como medio de locomoción, y golpeaban la lisa superficie con sus puntiagudas bocas de hueso.» El lenguaje es sencillo y el desarrollo de la acción es normal. El tema principal se centra en un eterno y repetitivo ciclo de vida: depositar para luego rescatar un huevo del nido de los cacorros.

En ‘Su mañana de ese lunes', el título delimita el tiempo en el que se va a desarrollar la historia. El narrador omnisciente describe lo que acontece en una aparente rutina común: ir por el periódico, desayuno, aseo personal. Los personajes principales —más que la pareja en cuestión— son las moscas, muchas moscas. Sin un diálogo marcado sabemos la incomodidad entre los personajes a través del narrador. El leitmotiv ‘mosca' desencadena una insatisfacción latente en la pareja; peleas y reclamos mutuos: «Si por lo menos tuviéramos un niño, pensó, estaría fascinado persiguiéndolas.»

En ‘Perros del frío' el título resulta poético pero no adelanta nada. El narrador omnisciente narra dos historias: la una acontecida en una casa y la otra en la calle. Hay una pareja y un grupo de perros, de los que destacan el negro y el gordo. El lenguaje es sencillo y hay diálogos entre la pareja. No hay muchas descripciones como en otros cuentos de Gustavo Garzón. El símbolo recurrente es el frío; en el caso de la pareja el frío da cuenta de la búsqueda de refugio en el otro y en el caso de los perros está lo salvaje. El tiempo transcurre con normalidad y al final se siente un entremezclarse entre la pareja y los perros, como si la pareja fuese igual de perros que los de la calle.

‘Apuntes 7. Primer canto a MW'. Por el título se deduce que se trata de una serie de relatos, la dedicatoria está cifrada. El narrador protagonista, de una manera natural, nos sitúa en un tiempo post fiesta o reunión de amigos. El marco escénico es una suerte de departamento y la estructura del cuento asemeja a un prosema, intercalando fragmentos de canción. Quien narra está con Fabiola, su pareja, pero evoca a Rosanna; la anhela, la desea, quisiera que esté en lugar de Fabiola y en su cabeza la reemplaza para colocarla en el cuerpo de otra.

Sobre ‘Apuntes 9. Hora cero', la estructura nos recuerda la escritura automática surrealista. Se narra una «historia no contada» por parte del narrador personaje: Lagarto con ganas de mudar de piel. Un ser en estado de ebriedad poética, sentado en medio de almas, fanático del jazz y de Cortázar. El lenguaje es experimental, fragmentario e inconexo. El tiempo y el espacio son oníricos. El Lagarto siente la situación del pueblo frente a la burguesía y trata de desembarazarse de los elementos distractores y entrar en acción, o en la ‘hora cero' de su existencia: «Sabes que un día encontrarás la libertad, pero no debes sentarte a esperarla.»

‘Hormigas de máscara blanca', uno de los trabajos destacados de Gustavo Garzón, parte de los 10 mejores de la Primera Bienal del Cuento Ecuatoriano. Exigente con el lector, relato existencial y ultrarreflexivo. Con el transcurso de la lectura se entiende a qué se refiere con hormigas y con máscaras blancas, y sobre todo, con lo que se dice al inicio y será reiterativo: «No tiene importancia». La voz narrativa omnisciente, mediante lenguaje poético, narra lo que trascurre a lo largo de la jornada de un sujeto que nos recuerda a Travis Bickle del film ‘Taxi driver'; un tipo atrapado por el sinsentido y la monotonía, a la espera de un momento de epifanía, de un despertar: «Cosas de hormigas, mas no fue esa la verdad caída de sopetón que le vino de adentro para darle en la cabeza y que ya se había escapado». En medio de la resaca y los cigarrillos no sabe si dejar así las cosas, «no tiene importancia», o solo librarse de su estado enfermizo de ‘hormiga con máscara blanca' similar a todas las demás hormigas que lo rodean. Y al final (final abierto) sucede el momento esperado, la epifanía, cuando en una gasolinera pretende encender el combustible y cargarse con todos: «brutal como el rasgar de un fósforo».

‘Apuntes 3. La insaciable vergüenza'. Un nuevo capítulo de la serie ‘Apuntes', pero, ¿vergüenza de qué? Como se verá, vergüenza de existir siendo nada, siendo una mentira, ya que este relato, casi una nouvelle, está impregnado de imágenes poéticas y reflexiones filosóficas. El narrador omnisciente es filósofo, y el narratario, aquellos lectores que se hallen en la misma deriva existencial del personaje principal. Y tenemos de nuevo a la ciudad como escenario, la ciudad en donde lo común tal que sí un semáforo, la vidriera de un local, un busto de Calígula, se prestan para ser impregnados de simbolismos. Personajes tan dispares como una rata que asesina a un gato, dan la antesala del encuentro ‘fortuito' entre una pareja que buscan en el otro un espejo. Antropología del instante. Queda la pregunta, ¿y si él era el espejo y ella la realidad?

En ‘Es hora, dijo la mosca', se retoma un símbolo recurrente en la narrativa de Gustavo Garzón: las moscas. Y en este relato se da una explicación sobre el mismo. Las moscas, con su irritable presencia, hacen palpable la realidad y la cotidianidad monótona. Son un golpe para despabilar: «Mosca, dame el puñetazo.» Y por ello en cada división del relato se hace uso de la jerga empleada en el boxeo: golpe, gancho al hígado, uppercut, directo a la mandíbula, conteo. ¿Y de qué hay que despabilarse? de la vida gris y predecible. El narrador protagonista es parido por la ciudad y en ella está el habitáculo de la memoria y su condición de ser: «era como estar en un alminar desde el que se podía observar y conservar en la memoria un recuerdo, una especie de acuerdo entre yo y la ciudad». Descripciones impresionistas hasta de lo más burdo, como puede ser un puesto de venta ambulante. Lenguaje poético y estructura experimental, que a ratos extravía al lector. El símbolo del espejo y la mención a Mónica dan cuenta de que quizás se trate de la continuación del relato precedente. Todo para explicitar al final el tema central: ir o no al trabajo, levantarse o no y salir al mundo (tal parece que el protagonista no fue a trabajar).

‘Días sin regreso'. El título ya nos adelanta el tema central de la historia, el cuestionamiento interno: quedarse en la monotonía de la casa o salir a la monotonía del trabajo (tal como quedó establecido en el relato precedente). Un estado creado por el mismo ser: «tejiendo una red en la que caeré como mosca distraída». Gustavo Garzón es un escritor filósofo, de cuño existencialista, no por nada comparte varios epígrafes de Albert Camus —quien trata las angustias que padece el individuo dentro de su cotidianidad—. En este caso el narratario parecería ser el lector o tal vez se dirija a sí mismo, sin embargo, ambos son vistos como un espejo: «Para qué necesitas que te esté explicando todo si eres como las imágenes de un espejo». Y de nuevo tenemos a un narrador personaje y testigo, inmerso en los avatares de la ciudad, testigo de la miseria de los otros, miseria compartida: «columna de automóviles que avanzan hacia su particular infierno enmascarado en cuatro paredes estacionadas en uno de los diez, veinte pisos de burocracia o empresa privada contribuidora del desarrollo nacional.» Rutinas solo para ganar «papelitos» con los cuales solventar los gastos de la vida. Y luego, de vuelta a casa y a otra monotonía diaria, no sin antes escribir y testificar.

‘Dos de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco'. Enmarcado en tiempo previo y el día que murió el gerente de Filanbanco, Nahim Isaías, quien permaneció retenido por miembros de Alfaro Vive Carajo. Nouvelle en formato diario. La voz narrativa se intercala entre la voz testigo y la voz protagonista. El marco escénico dicho es Guayaquil, pero se intuye también Quito. En el caso de Guayaquil, como símbolo dentro de la narración, cobra importancia el Parque de las Iguanas (Parque Seminario). Los personajes principales son guerrilleros miembros de AVC: Gabriel, sobre el que gira la trama; Fernando, líder de la operación; Gina, quien, tal parece, ha cautivado a Gabriel y por ella este se enlistó en la organización; Raúl, que solo funge como elemento para introducir una detención y posible tortura («trató de olvidar todo, todo, todo para que no le obligaran a decir lo que no debía decir»); el canario, Nahim Isaías; y el escritor autor del diario, protagonista de los hechos, del que no conocemos su nombre: «ha intentado recrear lo sucedido sin salirse demasiado al campo subjetivo o procurando no acercarse a tal dimensión». El lenguaje es claro, descriptivo y a veces simbólico; causa el efecto de suspenso, nervios, paranoia. Los protagonistas históricos son camuflados con alias o con imágenes, por ejemplo, se entiende que, quien cabalga «a lomos de cristianos», es el entonces presidente León Febres Cordero (aficionado a la hípica y líder del Partido Social Cristiano). Existen diálogos entre los personajes en los que, de a poco, se dan a conocer los hechos inherentes a la operación. Los tres símbolos reiterativos, presentes en la figura de Gabriel son los tropiezos y la tangencialidad. El uno crea un panorama sobre el carácter poco útil de Gabriel para los fines de la organización; el otro, en cambio, marca la duda del personaje sobre comprometerse de lleno o no con la lucha de sus compañeros. La cronología de la narración se distribuye entre los días previos al secuestro, el secuestro en sí, la negociación y la intervención final de las autoridades. Este relato, que bien podría situarse en el género negro, abarca un hecho real, pero dentro pone en discusión el sentir que se experimenta en torno al compromiso con un ideal, que podría resultar en lucha armada: «estabas en el límite, en la frontera, en aquella a la que se asomaban los hombres y las mujeres que superan la tangencialidad aunque no todos alcancen a ver lo que hay detrás, cuando se ha logrado graduarse.»

‘La crisis del caracol'. Microcuento sobre una espera. Vilma aguarda a sus camaradas Diego y Enrique. Gustavo Garzón hace uso de los objetos cotidianos para confeccionar el ambiente ansioso de una espera. La cortina corrida, el sillón donde le ganó el sueño, la novela que no la distrajo y la lámpara que le dejó en la penumbra. Cuando llegan, por la situación represiva en las afueras, no se sabe si es la última vez que los verá previo a su próxima salida: «su gesto fue el último torpe manotón de alguien que se hunde definitivamente en el mar.»

El relato ‘Instinto sobre la vela', por los monólogos internos, el lenguaje cifrado y la cantidad de imágenes, podría decirse es uno de los de mayor exigencia. La vela representa al individuo y la mecha al espíritu. Quien narra es el protagonista y no se determina con exactitud el tiempo ni el lugar en el que se encuentra, no es necesario pues lo importante radica en las reflexiones que realiza. El protagonista se halla en medio del ‘Dolor' (deriva existencial). Su vida es solo una suma de acontecimientos y el hilo que la anuda es todo lo que no sirve. Trata de buscar su verdad, pero no sabe si es preferible que el Comité de Prevención (la organización a la que pertenece, misma que quiere liberar del dolor a otros y que todas las flamas sean iguales) lo proteja y así se mantenga en silencio por todo lo que sabe, o dejar que el Grupo de Paramuerte (Grupo de Tareas) se cargue de una vez con él y así se acabe el dolor.

‘Mosquitos en pantano'. Cuento largo dividido en capítulos. Los mosquitos son los presos políticos y el pantano es la prisión. La mayor parte consta de diálogos, el lector se sitúa desde la perspectiva de Gonzalo, quien parece ser el prisionero de mayor edad. El marco escénico resulta fundamental pues, en una cárcel, es sabido, la actitud fuerte deviene en necesaria para la sobrevivencia, en contraste con el sentimentalismo. Los personajes comparten una habitación común, la mayoría son guerrilleros: Gonzalo, Fernando, Lucas, Mónica y Leonor. de a poco se revela que Mónica es transgénero y Leonor, como pareja de Gonzalo, cobra relevancia para develar cuestiones importantes de la historia. El tema central es el amor y la libertad en una relación. Fernando está enamorado de Mónica, pero quiere mantener la relación en secreto, teme ir en contra del paradigma del guerrillero y no ser entendido por los demás. Busca refugio y consejo en Gonzalo: «Hay muchas cosas qué entender que todavía no están al alcance de esta maldita sociedad. Tal vez ni siquiera de los que se, o nos consideramos revolucionarios».

‘Teresa'. Título sencillo y poco evocativo, pero que al ser así compagina con la extrañeza dentro del relato. Narrador omnisciente. Los sucesos ocurren en Quito; se trata de uno de los cuentos en donde se mencionan varias calles y sectores de la urbe: Reina Victoria, Patria, Cotocollao, La Carolina, Cununyacu, La Prensa. Los personajes son amigos entre sí: Alberto, el protagonista; Teresa, la que lleva el enigma; Gerardo, el amigo de Alberto y Gladys, amiga de Teresa y futura esposa de Gerardo. El lenguaje es claro y las descripciones son normales, clásicas. El símbolo fundamental es una fotografía en la que aparecen Alberto y Teresa en un bote en el parque La Carolina: «Teresa reía, sin perder de los ojos aquella ni sé qué melancolía: un recuerdo doloroso marcado en lo profundo del inconsciente que se proyecta en la fisonomía.» Es fundamental porque encierra la falta de comunicación de Teresa, lo pasado en la relación, la falta de compaginación entre ambos, el egocentrismo de Alberto, la fantasía aparente añorada. Debido a una sugerencia de Gerardo, quien anuncia que Teresa está loca, Alberto decide ir a verla, conversar y determinar si su estado responde a la ruptura de su noviazgo. Sin embargo, Teresa ya no era la Teresa que recordaba, era otra distinta a la que Alberto había construido de acuerdo a su percepción: «Se fue con un poco de miedo de que, en realidad, Teresa ya no estuviera en la fotografía, pero no se atrevió a comprobarlo.»
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