Si no es contigo, no es

Cuando la soledad de mi piso me trae de vuelta fuera de esa burbuja que Gabi ha creado este fin de semana, la culpa me grita como una perra rabiosa. Me ataca con furia, recriminándome que no merezco amigos, ni gente que me haga sentir así de bien. Intento ignorarla, me he vuelto un experto en hacerlo en los últimos cuatro años, pero la muy puta se acomoda conmigo en el sofá y se vuelve sibilina, susurrante, insistente.

Cada vez veía con mayor claridad que la gente que se metía con otros a menudo no era mala, sino infeliz.

No lo asoció al nerviosismo que el chico estaba pasando, tratando de hacer un amigo por primera vez en su vida, enfrentándose a su miedo al rechazo y a una nueva tanda de chistes sobre su aspecto desaliñado.

Con el tiempo me di cuenta de que una relación no es una guerra, y allí nadie debería estar batallando para conseguir un amor de segunda mano.

El amor entre amigos es de las cosas más puras que encontrarás nunca en este mundo.

El amor evoluciona, cambia, se transforma, y a veces es complicado entender que lo que más anhelamos una vez no es lo mismo que podemos acabar deseando en un futuro.

El amor es un latido en un corazón ajeno y no un género marcado al nacer.