Pensé entonces que ciertas enfermedades podían, a veces, asomarse a un rostro en forma de arrebato o pasión, y también que, seguramente, una persona como ella era lo que la gente llamaría "una loca". Y, sin embargo, ahora, al recordarla, siento un profundo respeto por sus palabras, su esperanza, su dolor, su melancolía, su inapetencia, su abandono... Todo ello se engarzaba en el hilo de un sentimiento que quizá no fuera sino amor al Amor. Pues ahora estoy convencida de que era el amor, y no la enfermedad, lo que la hacía resplandecer de aquella manera. Y cada vez que leo en su cuaderno aquellas palabras que fueron tejiendo amor y desesperación a un mismo tiempo, me parece rozar una realidad casi sagrada.