El silencio de las sirenas de Adelaida García Morales
A veces concluía arbitrariamente que la imaginación y la memoria de Elsa podrían unirse, e incluso confundirse, en un juego de complicidad, para la confección de una historia que probablemente no había existido más que en sus palabras. Con frecuencia había observado cómo sus ojos vagaban soñadores, deteniéndose de pronto en cualquier objeto que, estaba segura, ella no veía. Y su atención quedaba atrapada en alguna de sus visiones, como si recordara, como si regresara al espacio de una memoria inmensa que se desbordaba, extendiéndose más allá de los límites de su pasado. Pues en esos momentos me parecía que su imaginación se hacía memoria y que sus invenciones se convertían en recuerdos.
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