Lorca miraba la luna como se mira a ese amante que aparece cada noche en nuestra cama: como a una promesa, como a una advertencia. Como aquellos a los que sacaban de sus celdas en mitad de la noche y que decían adiós al alba, despidiéndose de la luna, caminando de su mano hacia el descanso del alma. Soy de las que se queja del poco espacio que le damos a la muerte mientras estamos plenamente vivos, de lo escondida que está. Hasta que llega Lorca con su pasión y su manera de contar lo que nadie cuenta. Y se me olvida. Un niño hablando con la luna, enamorándose un poco de ella, aunque la luna a veces quiera marcharse llevándose compañía. Un niño que se va con la luna. Mientras, los gitanos lloran. ***Doy por hecho que no es fácil ilustrar las palabras de Lorca. Qué responsabilidad tan grande. Pero Daniel de Lucas ha superado con creces el reto. Lorca, un niño y la luna. Para qué más. |