Amor entre fogones

Tanto el título como la portada me llamaron la atención hace unos años y tenía esta novela pendiente de leer. Este mes le llegó su momento.

Es lo primero que leo de esta autora y me ha gustado su forma de escribir.

Está escrita en primera persona persona por Lucía, una chica muy trabajadora. de lunes a viernes de 9 a 6 de la tarde trabaja en el laboratorio de un hospital, cumpliendo su sueño, y cuando sale se va al restaurante de su pareja a ayudar con las cenas. Aparte de trabajar allí todo los fines de semana, aunque sin cobrar nada.

César es su novio con el que lleva viviendo 7 años y por el que lo ha dado todo, tanto por él como por su sueño. Pero llega un momento que no se siente valorada en absoluto. Ahí es cuando conoce a Martín, el nuevo cocinero.

Me ha parecido una historia con mucho mensaje hacia los lectores, tanto mujeres como hombres, que te hace reflexionar y ponerte en la piel de ambos personajes e incluso de terceras personas. Sinceramente yo no habría aguantado 7 años de relación de esa manera, aunque soy consciente de que al menos 3 o 4 sí, y sé que habría actuado como lo hace Lucía.

El final y el epílogo solo puedo de decir que increíbles, poniéndole el broche final a una historia que ojalá todo el mundo leyera y valorara porque merece muchísimo la pena.

Amor entre fogones es una bonita historia de Natividad Gallego que protagonizan Lucía, César y Martín, quienes conforman un triángulo amoroso en el restaurante en el que los tres trabajan.
Lucía es la abnegada novia de César, con el que vive desde hace años. La paciencia de la protagonista merece, por lo menos, un monumento porque, además de soportar el que él la ignore como si fuera un mueble más del piso que comparten, después de terminar su jornada laboral en un laboratorio, acude todos los santos días al restaurante para ayudarle a servir las mesas, sin que él se lo agradezca lo más mínimo. Y será en ese local donde conozca a Martín, el nuevo y atractivo cocinero.
Desde el principio, César me ha caído fatal, por supuesto, porque es un prepotente que no piensa en nada más que en su adorado restaurante. Y aunque admito que, a veces, me han dado ganas de darle un coscorrón a Lucía para que espabilara, es comprensible su comportamiento porque ha entrado en un estado de letargo absoluto.
Hasta leer este libro no conocía a la autora, y no lo hace mal. La narración es fluida y nos introduce tanto en el restaurante como en el piso de Lucía y César para que veamos los dos aspectos de la pareja —el profesional y el personal—, lo cual resulta interesante, sobre todo por cómo los caracteriza.