Excelente lectura. Gran escritor y un libro muy interesante con el que la reflexión está garantizada ya que suceden tantas cosas, bien contadas y extraordinarias y además, con ese regusto que va desde lo amargo a lo dulce y no puedes evitar pensar.
Y es que es realmente, una novela con infinidad de detalles que nos arrastran allá donde nos lleva la exploración de los miembros, que componen una familia muy especial y con grandes conflictos. Impacto emocional, desde luego.
Una historia que se ambienta en Sudáfrica, concretamente en Pretoria, lugar donde también vive su autor, y, por tanto, gran conocedor de todo lo sucedido.
A lo largo de más de tres décadas, seguimos la evolución de los personajes y de los cambios que se dieron en relación a la segregación racial y sus conflictos.
Realmente, a través de una familia, los Swart, yo diría que muy particular, incluyendo tías y sobrinos o primos, se quieren, o no se quieren, se dicen verdades o no, se caracterizan por su frialdad emocional, por sus desafíos y por sus intereses, se perjudican, se separan, se juntan en situaciones extras , y la verdad, es que nunca acaban bien.
Veamos, es muy curioso que la obra se divida en cuatro capítulos correspondientes a cuatro personas de la familia que van a desaparecer, que son Rachel, la madre, Manie, el padre, Astrid, la hija mayor y Anton, el único hijo, inestable y conflictivo. El cómo, lo dejo para los lectores que se acerquen a esta especial obra.
Sin embargo, también tenemos a la pequeña hija, llamada Amor, que será la que responda a lo que siempre quiso su madre que se hiciera con la casa o granja donde viven. Tienen una criada negra, Salome, y es an ella a la que la madre quería darle la casa. Pero, por circunstancias y olvidos, esto no sucederá. Solo Amor, insistirá en ello, pero será inútil.
Y de aquí el título, la novela se titula
La promesa, y esta será una promesa incumplida, sólo el final, nos dará una respuesta, aunque tampoco clara.
Amor, nombre propio que el autor regala a la más pequeña de los hijos de esta familia poco o nada amorosa. Amor, la hija pequeña, decide en un momento dado, dejar esta familia y quizás más que dejarla, huir de esta especie de familia en la que no hay trato verdadero, en la que no existe ni cercanía ni consensos , ya que no hay asuntos que tratar colegiadamente. Pues son individuos, individualidades, y cada uno de ellos se irá desgarrando, parece que sin poderlo remediar, y, llegando uno a uno a desaparecer solos y de un modo penoso.
El autor hace que miremos, que observemos, que indaguemos con nuestra mirada, nuestra mente y nuestro corazón a cada uno de estos invitados que forman el entramado de esta novela.
Consigue el autor hacer un evidente análisis de lo tremendamente fácil que resulta para algunas personas, y, sobre todo, algunas religiones, abrirse un camino en el entramado neuronal de ciertas personas, de algunos individuos, de una frágil personalidad, claramente no formada, que serán manipulados fuerte y convenientemente para que modulen e incluso cambien su pensamiento y sus decisiones.
Este escritor hace hincapié en este hecho, esto lo observaremos con el padre, con Manie, incapaz de defender sus ideas, sometiéndose así a otros criterios que no eran originariamente los suyos.
Damon Galgut es incisivo, también profundo y coherente durante toda la novela, aún a cuenta de presentarnos a unos personajes absolutamente incoherentes, disruptivos, que parecen programados para acercarse sin prisa pero sin pausa ninguna, a su propia destrucción, a su aniquilación personal, moral y física.
El autor , verdaderamente, parece alejarse de aspectos lúdicos y bellezas para enfrentar esta novela, ya que se trata de otra cosa, de algo muy distinto, una especie de rompecabezas, cuyas piezas iremos ordenando convenientemente, conforme avanzamos en la lectura y nos vamos dejando sorprender por la maestría, la técnica y el estilo de un autor que nos felicitamos de haber conocido y haber leído.