[…] le hizo una explicación tan dramática que pareció el preludio de una condena al fuego eterno.
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[…] le hizo una explicación tan dramática que pareció el preludio de una condena al fuego eterno.
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Así se reanudó una amistad prohibida que por lo menos una vez se pareció al amor. Hablaban hasta el amanecer, sin ilusiones ni despecho, [...] Creían ser felices, y tal vez lo eran, hasta que uno de los dos decía una palabra de más, o daba un paso de menos. [...] Todo volvía entonces al principio, y ella desaparecía [...] por largo tiempo.
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Mientras tanto tóquenle música, llenen la casa de flores, hagan cantar los pájaros, llévenla a ver los atardeceres en el mar, denle todo lo que pueda hacerla feliz. No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.
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No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad
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A los demonios no hay que creerles ni cuando dicen la verdad
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- No, señor - decidió. - No me siento capaz. - No sólo lo eres - replicó el obispo- sino que tienes de sobra lo que a cualquier otro le faltaría: la inspiración. |
Ningún loco está loco si uno se confirma con sus razones
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Diciembre había empezado mal, pero pronto recuperó sus tardes de amatista y sus noches de brisas locas.
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Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa.
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Era consciente de su torpeza para entenderse con las mujeres. Le parecían dotadas de un uso de razón intransferible para navegar sin tropiezos por entre los azares de la realidad.
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¿Con qué frase empieza esta novela?