Como puede comprobarse con las citas que incluyo, estamos ante un típico drama de honra de nuestro siglo de Oro. La honra residía en la época en la presunta virtud de la esposa y aunque ésta fuese inocente, había que lavarla y ser médico de la misma dándole muerte a la parienta cuando el galán era el rey. En este caso, como dice el título, sólo se permiten agravios del rey. Transcribo estos significativos versos del final de la obra: "Pero en tanto que mi cuello/esté en mis hombros robusto, /no he de permitir me agravie/del Rey abajo, ninguno". Estos valores no pueden estar más alejados de la sensibilidad actual. El estilo es muy frecuentemente oscuro y enrevesado y cuesta entenderlo para un lector medio. Echo de menos en la edición de Cátedra más explicaciones y aclaraciones de los pasajes más oscuros. Recomendable sólo para muy aficionados al teatro clásico español. |