Los niños de la estrella amarilla

A veces, los seres humanos nos movemos por falsas ilusiones y absurdas esperanzas.

A veces, el amor y la esperanza tienen que distanciarse para poder vivir en el mismo corazón.

Una de las primeras cosas que aprendemos en la vida es que no tenemos casi ningún control sobre nuestros actos. El tiempo pasa rápidamente y sentimos que la existencia se nos escapa, descontrolada y a veces cruel, mientras intentamos ser felices.

A veces, un alma anhela tanto su alegría que teme que la verdad se rebele y contradiga aquel momento miles de veces imaginado.

La infancia, en cierto sentido, es un eterno presente. El camino andado se encuentra apenas a unos pasos del punto de salida, y la meta parece tan lejana que ofrece la falsa sensación de eternidad que siempre siente la juventud.

Cada uno responde ante su conciencia de los actos que realiza.

El mundo es siempre difícil para los que no se conforman con él.

El mundo es una comedia, una comedia humana.

A veces, la vida se empequeñece y los planes se desbaratan. Sobrevivir cada día ya es un reto en sí mismo.

Las personas comunes ven truncados sus deseos cuando la corriente de la historia los lleva inexorablemente en una dirección que nunca habrían esperado seguir.