La respuesta de Julieta

«Te veré pronto. Cuando las estrellas crucen la luna».

—¿No está todo el mundo interesado en el amor?

—En lo que respecta al amor —continué, algo nervioso—, no creo que exista una sola persona para ti en la inmensidad del mundo y que tengas que ir y encontrarla. No creo que sea así. Algunas veces el amor es algo que te tienes que trabajar. A veces lleva mucho tiempo.

—Bueno —empecé yo—, no puedo decir que crea en el destino. Creo que nosotros mismos somos los arquitectos de nuestra propia mala suerte.

Tal vez, solo tal vez, ella era realmente la persona con la que iba a envejecer. Y eso era todo lo que yo quería.

Es curioso. Los estudios sugieren que lo que mejor predice de quién te puedes acabar enamorando no es el atractivo físico. No es la altura, ni el peso, ni las hormonas. No es nada de eso. Es mucho más sencillo. El predictor número uno del amor es la proximidad. Es algo que se ha comprobado muchas veces.

Responder esas cartas era un deber solemne. Éramos los guardianes de secretos. Giovanna tenía razón respecto a eso. La gente que escribía nos confiaba —o le confiaban a Julieta, en cualquier caso— sus sentimientos más profundos, sentimientos que tenían que ocultar al resto del mundo, pero sentimientos que, de una manera o de otra, necesitaban compartir.

—Es un dicho: «Nadie sabe por dónde aprieta el zapato; solo la persona que lo lleva puesto».

—¿Has leído algunas cartas que estén bien últimamente? —pregunté.
—Algunas son divertidas —dijo Soňa—. Una preguntaba: «¿Cuántos gatos se necesitan para reemplazar a un novio?».
—¿Qué contestaste?
—Cinco; y un hámster.
—¿En serio? ¿Le pusiste eso? —No. Pero es lo que me habría gustado contestarle.

El mundo, para mí, no es una comedia romántica.