La respuesta de Julieta de Glenn Dixon
Responder esas cartas era un deber solemne. Éramos los guardianes de secretos. Giovanna tenía razón respecto a eso. La gente que escribía nos confiaba —o le confiaban a Julieta, en cualquier caso— sus sentimientos más profundos, sentimientos que tenían que ocultar al resto del mundo, pero sentimientos que, de una manera o de otra, necesitaban compartir.
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