—Yo creo que cada vez que contestas una carta también te contestas a ti mismo. —Supongo que sí —dije. —Y en cada carta —continuó— puedes aprender a ser mejor persona, imaginar lo que harías en esa situación. |
—Yo creo que cada vez que contestas una carta también te contestas a ti mismo. —Supongo que sí —dije. —Y en cada carta —continuó— puedes aprender a ser mejor persona, imaginar lo que harías en esa situación. |
—Era la autoridad en Verona en 1302, el año en el que Romeo y Julieta se enamoran. El Príncipe della Scala le contó la historia a Dante. —Espera —dije, agitando la cabeza. —¿Te refieres a Dante-Dante? —Sí, Dante Alighieri escribió gran parte de su Divina Commedia aquí, en Verona. ¿No lo sabías? —No. Manuela rechistó. —Dante escribió los nombres en su Purgatorio: Capuleto y Montesco. —¿Me estás tomando el pelo? —Fue en 1302. Era la época en la que las dos familias estaban enfrentadas. Eso es seguro. ... Glenn —volvió a mirarme—. No dejes de mirar en Dante. Purgatorio. Canto 6, líneas 106 a 108. Ahí lo encontrarás. |
—El destino —seguí—, es solo una ilusión.
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«Te veré pronto. Cuando las estrellas crucen la luna».
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—¿No está todo el mundo interesado en el amor?
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—En lo que respecta al amor —continué, algo nervioso—, no creo que exista una sola persona para ti en la inmensidad del mundo y que tengas que ir y encontrarla. No creo que sea así. Algunas veces el amor es algo que te tienes que trabajar. A veces lleva mucho tiempo.
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—Bueno —empecé yo—, no puedo decir que crea en el destino. Creo que nosotros mismos somos los arquitectos de nuestra propia mala suerte.
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Es curioso. Los estudios sugieren que lo que mejor predice de quién te puedes acabar enamorando no es el atractivo físico. No es la altura, ni el peso, ni las hormonas. No es nada de eso. Es mucho más sencillo. El predictor número uno del amor es la proximidad. Es algo que se ha comprobado muchas veces.
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Responder esas cartas era un deber solemne. Éramos los guardianes de secretos. Giovanna tenía razón respecto a eso. La gente que escribía nos confiaba —o le confiaban a Julieta, en cualquier caso— sus sentimientos más profundos, sentimientos que tenían que ocultar al resto del mundo, pero sentimientos que, de una manera o de otra, necesitaban compartir.
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—Es un dicho: «Nadie sabe por dónde aprieta el zapato; solo la persona que lo lleva puesto».
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Lolita...