Contra el viento del norte

En la "vida real", si quieres que las cosas salgan bien, si quieres resistir, debes pactar continuamente con tu emotividad: ante TAL COSA no puedo reaccionar de forma exagerada, TAL OTRA tengo que aceptarla, respecto a TAL OTRA debo hacer la vista gorda. Uno adapta sus sentimientos a entorno sin descanso, es indulgente con quienes ama, asume cientos de pequeños roles cotidianos, hace equilibrios, compensa, sopesa para no poner en peligro toda la esructura, pues uno mismo forma parte de ella.

Lo adivino por el modo en que me das a entender que quieres algo de mí. Aunque no puedas decir qué es lo que quieres hasta que no me conozcas, en indiscutible que algo quieres. En otras palabras: buscas algo. Llammémoslo aventura. Quien busca una aventura no está viviendo ninguna, ¿verdad?.

Seamos honestos, Leo: yo para tí soy una fantasía, lo único real en ella con unas letras que puedes poner en un contexto sonoro con ayuda de la psicología del leguaje. Para tí soy como sexo telefónico, pero sin sexo y sin teléfono. O sea: sexo electrónico, pero sin sexo y sin imágenes para descargar. Y tu eres para mí puro juego, una agencia de reciclaje del coqueteo.

Ella se llamaba Marlene. Hasta hace tres meses habría escrito: se llama Marlene. Hoy, se llamaba. Después de cinco años de presente sin futuro, por fín me he resignado al pretérito imperfecto.

Eres como una segunda voz dentro de mí, que me acompaña día a día. Has convertido mi monólogo interior en un diálogo. Enriqueces mi vida interior. Indagas, insistes, parodias, entras en conflicto conmigo. Te agradezco tanto tu gracia, tu encanto, tu vivacidad, incluso tus «comentarios de mal gusto»

Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente.

Tú eres de esos hombres que sólo pueden interesarse por una mujer al principio y al final: cuando quieren conquistarla y poco antes de perderla definitivamente. El tiempo intermedio -también llamado convivencia- te resulta demasiado aburrido o demasiado agotador, o ambas cosas.

Si llega a abonarse a los días malos, no dude en escribirme —por error— para que la dé de baja.