Euforia

Me quería como tema. Le encantaba la idea que tenía de mí. Le encantaba el modelo. La norteamericana, la emocional, la poeta. Le encantaban mis grandes exigencias (y las odiaba). Le encantaba tener una esposa pensante. Le encantaba tener una esposa. Le encantaba que estuviese pensando y mascullando mis propios pensamientos, y que después no quedase nada de ellos en la escritura. Le encantaba que lo intentase pero que fracasase. Que me levantase y me apuñalasen, como a una cabra. Que no fuese quien quería ser. Le encantaba mi imperfección, y yo estaba en el centro, intentando ser perfecta. En ese hueco ninguno de los podía amar.

¿Por qué no lo hice? ¿Por qué me entregué de ese modo? ¿Porque necesitaba un padre? ¿Porque necesitaba una madre? ¿Porque necesitaba un padre, una madre, un amante, un hijo, todo a la vez? ¿Porque necesitaba estar en un lugar donde hubiese cubertería y peonías, huevos fritos y pan recién horneado solo para dejar de sentir que me moría en algún momento claustrofóbico todos y cada uno de mis días? ¿Porque necesitaba un amante que midiese la distancia de mi horrible aquí y cómo, que lo encapsulara en un futuro posible? Mi fuerte pisada en el mundo, como la de un führer: ¿no deberían detenerme?

Me gustaría encontrar el modo de decirle a Ted que mi soledad era dolorosa. Que mi soledad, cuando no se me permitía estar a solas con él, me convertía en un ser miserable, un ser a medias, alguien a quien veías como un personaje de una novela distópica sobre ogros. Sin vida. Medio muerta. Necesitaba que me confirmasen que estaba viva, que estaba en el centro de la historia y que merecía un pintalabios y un saludo.

El paseo me puso tremendamente nerviosa por la sensación de perder el tiempo y no ser productiva. Caminaba y era material. Entonces, ¿por qué la culpa? No estaba recopilando material: yo era el material, pero ¿cómo podía evaluar la distancia que me separaba de mi propio material (que era yo misma) y empezar a crear sobre esa base? Era todo lo que había querido hacer en la vida, no había hecho otra cosa, pero nunca había sido suficiente.

Él perturbaba mi paz mental con su realidad

Esto era el matrimonio: una pregunta al mundo. ¿No pueden estos dos jovencitos amarse, incluso en una crisis? Incluso cuando ya no son jóvenes y hermosos, cuando el movimiento, el precipitarse hacia delante, se ha interrumpido de momento, cuando a alguien se le impide vivir su vida con libertad; cuando se detienen los planes para mudarse a Europa y después a Estados Unidos y después a Australia o a cualquier otro continente excitante, porque el cuerpo a veces exige un parón, o porque alguien no ha conseguido un trabajo y no hay suficiente dinero; sí, siempre había algo que dificultaba el impulso de avanzar.

Y después, en una ráfaga de aire, también me vi a mí misma: había pensado que estaba batallando contra el invierno y la maternidad, y que aborrecía el subsecuente aislamiento. Pero en realidad era cómplice, lo busqué y me encantó estar ahí, en el aire glacial lleno de amargura y lágrimas, abandonada. Me encantaba reprochar cualquier cosa, reprocharlo todo. Me encantaban las cortinas de humo, verlo todo borroso, ser incapaz de verlo con claridad, utilizar mi escritura como única forma de redención.

Me gustaría morirme, fundirme con Frieda en una sola persona, de tal manera que mi otro yo insoportable dejase de insistir. Me gustaría entregar mi carta de dimisión de la escritura. [...] Sabía que todos se mostraban encantados cuando mi escritura enmudecía, porque entonces también el lobo enmudecía (al menos, en gran medida).

El espacio en mi mente se convirtió en sagrado

Los únicos que fueron picados esa tarde de junio fueron el cura y Ted, y me reí de eso, pero no encontramos a la reina por ninguna parte, se había esfumado, qué diva, pensé, qué jodida diva.