El espacio en mi mente se convirtió en sagrado
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El espacio en mi mente se convirtió en sagrado
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Los únicos que fueron picados esa tarde de junio fueron el cura y Ted, y me reí de eso, pero no encontramos a la reina por ninguna parte, se había esfumado, qué diva, pensé, qué jodida diva.
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Él nunca entendería lo que era estar aprisionado, porque él era libre, libre simplemente para sacar las piernas del coche y caminar por el acantilado hasta alcanzar el océano tosco y estruendoso
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Él perturbaba mi paz mental con su realidad
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Me quería como tema. Le encantaba la idea que tenía de mí. Le encantaba el modelo. La norteamericana, la emocional, la poeta. Le encantaban mis grandes exigencias (y las odiaba). Le encantaba tener una esposa pensante. Le encantaba tener una esposa. Le encantaba que estuviese pensando y mascullando mis propios pensamientos, y que después no quedase nada de ellos en la escritura. Le encantaba que lo intentase pero que fracasase. Que me levantase y me apuñalasen, como a una cabra. Que no fuese quien quería ser. Le encantaba mi imperfección, y yo estaba en el centro, intentando ser perfecta. En ese hueco ninguno de los podía amar.
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Me senté helada de frío en la roca húmeda, hasta que Nick se despertó y Frieda tiró de mí para que volviera a la realidad, era como todos los demás, tiraban de mí, y sin importar el precio querían que me alejase de mi euforia, lejos de la felicidad de mi propio corazón, no se me permitía ser feliz, no se me permitía creer en mi propia vida.
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Detendría la muerte, sería aún más vida, brillaría y reluciría, sería la chica diez estadounidense, la promesa de un futuro mejor. Todo dependía de mí. ¿Fue realmente así? ¿Fui enviada para mantener la muerte a raya? Cualquiera lo puede ver: es un peso que nadie puede arrastrar. ¡Nadie debería acarrear con él!
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Escribí hasta vaciarme las entrañas, hasta sentir que todo mi cuerpo era un arco curvado que lanzaba mi alma igual que se tambalearían las entrañas en el inodoro. Y aquí estaba el inodoro, aquí estaba la salvación, aquí estaba el papel. Brillaba, estaba encorvada porque me faltaba el aliento. No mires las palabras. No, no las mires hasta que estén escritas. Permanece en la escritura. No escuches los sonidos.
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Esto era el matrimonio: una pregunta al mundo. ¿No pueden estos dos jovencitos amarse, incluso en una crisis? Incluso cuando ya no son jóvenes y hermosos, cuando el movimiento, el precipitarse hacia delante, se ha interrumpido de momento, cuando a alguien se le impide vivir su vida con libertad; cuando se detienen los planes para mudarse a Europa y después a Estados Unidos y después a Australia o a cualquier otro continente excitante, porque el cuerpo a veces exige un parón, o porque alguien no ha conseguido un trabajo y no hay suficiente dinero; sí, siempre había algo que dificultaba el impulso de avanzar.
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Y el océano era el océano y el océano me agotaba: no era más que sal, algas y olas. Nada. Nada era como en mi cabeza, ese era el problema: en mi cabeza el océano era magia y paraíso porque representaba una imagen fija y a mí, Sylvia, me encantaba dirigir la vida de ese modo; ¿acaso no era maravilloso? Era maravilloso porque en mi cabeza albergaba toda la verdad.
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El invierno en...