Un lord aburrido

(…) Creo que desde que nos conocimos he oído salir de su boca más gruñidos que palabras amables.

El verdadero amor es siempre un nuevo comienzo. Y yo quiero comenzar siempre contigo, una y otra vez, porque pienso amarte cada segundo de mi existencia.

El amor es una fuerza poderosa y única, por eso no hay que salir a buscarlo, sino dejar que te encuentre.

-Tú me enseñarás lo que es el amor-susurró contra su boca. Mordisqueó su labio inferior y luego lo lamió en una caricia lenta que arrancó un gemido de la garganta femenina-, y yo te mostraré lo que es el placer.

Robert centró la mirada sobre la puerta que se cerraba y su respiración se aceleró. Judith se hallaba solo a unos pasos y su corazón lo sabía. Su corazón siempre sabría dónde encontrarla, porque ella era toda su vida y la mitad de su alma.

(…) No era tan hermosa como otras mujeres que había conocido, pero en ese momento reconoció que se sentía atraído por ella. Le gustaba su espíritu libre, si franqueza y hasta su insolencia. Allí de pie, iluminada por la tenue luz de las velas que brotaba del salón, parecía una ninfa de fuego. (…)

Ahora, solo tú tienes el poder de romper mi corazón, porque es tuyo. Te pertenece desde la primera vez que te besé.-La abrazó con fuerza-. Te amo más que a mi vida, Judith. Creí haber amado una vez, pero entonces no sabía de verdad lo que significaba el amor.

Fue un beso suave, dulce, destinado a conquistarla. Y Judith se rindió, porque Robert Marston sabía a café, a sueños prohibidos y a noches de pasión.

Cuando todo tu mundo se detiene y parece caerse a pedazos, miras alrededor y te das cuenta de que la vida sigue adelante, aunque tú ya no camines a su ritmo. Si te quedas quieto, recomponiendo los trozos rotos, lo único que consigues es quedarte atrás. Nunca volverás a tener lo que tenías, pero te habrás perdido muchas cosas buenas.

Porque los Marston, cuando amaban, no lo hacían a medias, sino profundamente y con la totalidad de su ser.