Mujeres. Los hombres pelean por ellas, y ésa era otra lección que debía aprender. De niño pensaba que los hombres sólo forcejeaban por tierras o poder, pero luchaban por las mujeres en la misma medida.
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Mujeres. Los hombres pelean por ellas, y ésa era otra lección que debía aprender. De niño pensaba que los hombres sólo forcejeaban por tierras o poder, pero luchaban por las mujeres en la misma medida.
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El destino lo es todo. Y ahora, en retrospectiva, veo la pauta de mi viaje vital. Comenzó en Bebbanburg y me llevó hacia el sur, cada vez más al sur, hasta que llegué a la otra costa de Inglaterra y no podía seguir bajando sin dejar de oír mi idioma. Ése fue el viaje de mi infancia. Como hombre lo he recorrido en dirección contraria, cada vez más hacia el norte, cargando con espadas, lanzas y hachas para desbrozar el camino hasta el lugar en el que empecé.
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Puedes cambiar el corazón de un hombre, pero no su cabeza.
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Qué alegría tan grande. La alegría de la espada. Bailaba de alegría, la alegría me inundaba, la alegría de la batalla de la que Ragnar hablaba tantas veces, la alegría del guerrero. Si un hombre no la conoce, no es un hombre.
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Los enemigos nunca tardan en llegar a la vida de un hombre -me dijo-, no hace falta ir a buscarlos.
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Los poetas, cuando cantan la guerra, hablan del muro de escudos, de las lanzas y las flechas volando, de las espadas estrellándose contra los escudos, de los héroes que caen y el botín de los vencedores, pero iba a descubrir que la guerra era, sobre todo, una cuestión de comida. De alimentar hombres y caballos. De encontrar comida. El ejército que está bien alimentado gana.
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Un ejército, aprendí con el tiempo, necesita una cabeza. Precisa de un hombre que lo dirija; si dotas un ejército de dos cabecillas dividirás por dos su fuerza.
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Los daneses adoraban sus barcos. Un barco, decían, es como una mujer o una espada, afilado y hermoso, algo por lo que vale la pena morir, y desde luego algo por lo que vale la pena luchar.
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Cuando un hombre pierde la confianza de su señor, lo ha perdido todo.
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-Cuando un enemigo quiere hablar -repuso-, significa que no quiere luchar. Así que hemos ganado.
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¿Con qué frase empieza esta novela?