El destino lo es todo, le gustaba decirme a Ravn, el destino lo es todo. Incluso me lo decía en sajón, Wyrd bið ful aræd.
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El destino lo es todo, le gustaba decirme a Ravn, el destino lo es todo. Incluso me lo decía en sajón, Wyrd bið ful aræd.
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Sigo siendo el señor de esas tierras que fueron adquiridas con la sangre de mi familia, y recuperaré esas tierras del hombre que me las robó, y se las entregaré a mis hijos. Pues soy Uhtred, el jarl Uhtred, Uhtred de Bebbanburg, y el destino lo es todo.
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Los daneses adoraban sus barcos. Un barco, decían, es como una mujer o una espada, afilado y hermoso, algo por lo que vale la pena morir, y desde luego algo por lo que vale la pena luchar.
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La reputación construye el temor, y el orgullo protege la reputación, y yo marché hacia el norte porque mi orgullo estaba en peligro. Me habían arrebatado a mi mujer y a mi hijo, y los recuperaría. Si habían sufrido daño, me vengaría y el hedor de la sangre de aquel hombre provocaría que otros hombres me temieran.
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El destino lo es todo. Y ahora, en retrospectiva, veo la pauta de mi viaje vital. Comenzó en Bebbanburg y me llevó hacia el sur, cada vez más al sur, hasta que llegué a la otra costa de Inglaterra y no podía seguir bajando sin dejar de oír mi idioma. Ése fue el viaje de mi infancia. Como hombre lo he recorrido en dirección contraria, cada vez más hacia el norte, cargando con espadas, lanzas y hachas para desbrozar el camino hasta el lugar en el que empecé.
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Los poetas, cuando cantan la guerra, hablan del muro de escudos, de las lanzas y las flechas volando, de las espadas estrellándose contra los escudos, de los héroes que caen y el botín de los vencedores, pero iba a descubrir que la guerra era, sobre todo, una cuestión de comida. De alimentar hombres y caballos. De encontrar comida. El ejército que está bien alimentado gana.
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La guerra se desarrolla envuelta en misterio. La verdad puede tardar días en llegar, y antes de la verdad vuelan los rumores, así que siempre es difícil saber qué está ocurriendo en realidad, y es todo un arte extraer el hueso limpio de la carne podrida del miedo y las mentiras.
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El destino lo es todo.
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No es el arpa, sino la mano que la toca.
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Todos estamos solos y todos buscamos una mano que apretar en la oscuridad.
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La edad de la inocencia