2. Príncipe mecánico (Cazadores de sombras: Los orígenes)

Will era hermoso, pero no era suyo; no era de nadie. Tenía algo roto en su interior, y por esa grieta se derramaba una crueldad ciega, una necesidad de herir y de distanciarse

La magia es peligrosa, pero el amor lo es todavía más

—No te gusta la poesía—repuso Tessa, y en la voz se le escapó una media carcajada de alivio.
—No. Pero tú me haces querer escribirla. ¿No cuenta eso para nada?

Fueron los libros los que me hicieron sentir que quizá no estaba completamente solo. Podían ser sinceros conmigo, y yo con ellos. [...] Me hizo saber lo que pensabas, esperabas, sentías, soñabas, quise lo que tú querías, y luego me di cuenta de que lo que realmente quería era a ti.

Tú y yo, Tessa, nos parecemos. Vivimos y respiramos palabras.

Cuando te conocí, pensé que eras diferente de todas las demás personas que había conocido. Me hiciste reír. Nadie excepto Jem me ha hecho reír desde hace cinco años. Y tú lo hiciste como si nada, como respirar.

Ese era un nuevo Will, un Will diferente, un WIll del que ella sólo había captado retazos, un Will al que quizá Jem nunca había conocido en realidad.

Estamos atados a esta vida por una cadena de oro, y no nos atrevemos a cortarla por miedo a lo que haya después de la caída.

Cuando dos almas se convierten en una, se quedan juntas en la Rueda. Nací para amarte, y te amaré en la próxima vida, y en la que vendrá después de esa.

Lo que has soportado, desde los doce años... habría matado a la mayoría de las personas. Siempre has creído que nadie te amaba, que nadie podía amarte, porque sus supervivencia era la prueba de que no lo hacía. [...] Siempre te han amado, porque no puedes ocultar la bondad que hay en ti, por mucho que lo intentes.