Ella, yo y la gran idea de ser valientes

He luchado muchas batallas. La peor, sin duda, contra mí misma.

No puedes decidir por mí qué batallas quiero o no quiero librar.

—Nosotros nunca fuimos nada.
—Nosotros lo fuimos todo —contradigo—. Solo que no éramos conscientes.

Suspiro, porque estoy cansado de que, incluso en esta ocasión, sienta la conversación como una batalla. Como si uno de los dos tuviera que ganar, cuando lo cierto es que quiero que ganemos los dos.

Por primera vez en la vida, las ganas de arriesgarme pueden más que la prudencia.

-El infierno es no estar a tu lado. El infierno, para mí, es tener que asumir que no voy a poder besarte más y que, desde ahora, solo tendré un puñado de recuerdos y una lista demasiado larga de cosas que quería hacer contigo y ya no sucederán.

Lo miro de frente, orgullosa de lo que soy. De mi cuerpo, que no es perfecto, pero es mío y es suficiente para quererlo.

Cuando la miro tengo las mismas ganas de acercarme que de salir corriendo.

Lo que para otros pueden ser simples sombras, para nosotros pueden ser verdaderos monstruos.

Aunque tenga aspecto de haber atravesado el infierno, yo la veo preciosa. Será la valentía, que le sienta como un guante.