Los silencios de Hugo

Algunos secretos crecen a medida que tratan de ocultarse, y construyen nuevos secretos a su alrededor, donde poder esconderse. Mentiras que acaban por convertirse en verdades a través de la costumbre y se instalan en la vida cotidiana sin que nadie se pregunte cuándo, por qué o dónde han nacido.

Y las horas pasan, lo dicen las campanas del reloj de la iglesia cercana, aunque el tiempo se haya estancado en la sala de espera.

No es cierto que la verdad nos haga libres, no siempre, a veces hay que sortearla para que no nos destruya.

La ventaja de las pesadillas es que, cuando despertamos, la vida sigue en el mismo punto donde la habíamos dejado. Solo basta una fracción de segundo para recuperarse de una experiencia que no podríamos soportar despiertos. Ese horror que parece desencadenarse en un tiempo extraño, inexistente, porque no se puede medir con relojes ni con almanaques.

Pero aún no había llorado suficiente cuando descubrió que el dolor no siempre empieza con la ausencia del otro, sino con la certeza de que sangrarán las heridas mucho antes de que existan.

Algunos secretos crecen a medida que tratan de ocultarse y construyen nuevos secretos a su alrededor, donde poder esconderse. Mentiras que acaban por convertirse en verdades a través de la costumbre, y se instalan en la vida cotidiana sin que nadie se pregunte cuándo, por qué o dónde han nacido.

La infancia es un olor que vuelve siempre, un amigo del alma, unas manos seguras, un pueblo y un río.

A los fuertes se les exige más de lo que pueden dar, y ella ya había dado todo lo que la vida le había pedido.

Lo peor de la soledad es el silencio. Pero no el silencio de los otros. El de uno mismo. EI que impide que salga la voz de la garganta. El que duele. El que se clava en el pecho para recordar que no hay nadie a quien hablar, nadie a quién decirle buenos dias, buenas noches, tengo hambre, sueño o frío. Nadie con quién alejar las pesadillas.

La verdad puede ser una soga alrededor del cuello, un nudo en la garganta que nos impide respirar, una corriente de aire que nos empuja hacia el abismo.