Mi enemigo mortal

Hacia tiempo que quería leer algo de Willa Cather, una auténtica pionera al más puro estilo colono americano, pero también en el ámbito de la igualdad de género y diversidad racial.

Galardonada con el Pulitzer en 1923 por “Uno de los nuestros”, en esta pequeña obra (poco más de 100 páginas) subraya esa independecia de la mujer. Myra Discroll lo puede tener todo, como heredera en un pequeño pueblo de Illinois, pero en cambio decide ser protagonista de su vida.

Deja la seguridad familiar y con el hombre al que ama va a encontrarse con la vida. Así disfrutará de lo mejor en la gran manzana, pero como todo, esos ciclos se acaban y hay un reencuentro final en la que ya muy desmejorada vive de algún modo de esos recuerdos que quedarán imborrables.

Es curioso como nos va trasladando por un espíritu indomable primero, nos lleva al éxito ó punto álgido en la madurez y en la vejez, de algún modo, se acentúan todos aquellos pequeños defectos ó rasgos no tan honorables, que no parecían tan significativos en el día a día. Como la vida misma, habrá que seguir insistiendo con Willa Cather.

Myra Driscoll se casa por amor, desafiando a su tío y renunciando a su herencia. La vemos en su apogeo, en Nueva York, rodeada de amigos, de intelectuales y artistas. También en su declive, en su enfermedad y vejez, marcada por la decepción y desencanto, dando vueltas a las elecciones que han dirigido su vida.
A pesar de que me gustó mucho más Una dama extraviada, que tiene por tema también el ocaso de una pareja, la forma de escribir de Willa Cather me parece maravillosa. A través de su prosa es capaz de transmitir sentimientos, matices, ideas y contradicciones de forma velada, mostrándonos unos personajes siempre complejos y muy humanos.

Buena novela para iniciarse con Willa Cather. Con su estilo tan sutil, la autora habla del peso vital que tiene nuestra toma de decisiones. Todo ello encarnado en un personaje lleno de claroscuros como es Myra Henshawe. Buena puerta de entrada para lanzarse luego a leer su Trilogía de la Pradera