Romántico, patriota, políticamente ingenuo e inexperto como tantos judíos italianos de su generación, también mi padre, al volver del frente en 1919, había recogido su carnet del Fascio. Es decir, había sido un fascista de los de "primera hora" y lo siguió siendo a pesar de su carácter apacible y honesto. Pero desde que Mussolini, superadas las peleas de los primeros tiempos, había empezado a entenderse con Hitler, comenzó a sentirse inquieto. Pensaba constantemente en un eventual estallido de antisemitismo también en Italia