Chejov narra una historia corriente, con personajes tan anónimos como cualquiera de nosotros, donde prácticamente no ocurre nada y sin embargo, en la insustancialidad de cada vida se encuentra el valor del relato.
El, cuarentón y conquistador por deporte, considera a la mujer un ser inferior, ella 20 años menor mucho más emocional.
Ninguno quiere renunciar a la comodidad del hogar. Ambos en busca de una aventura de usar y tirar que les permita respirar, en realidad nada que no le ocurra a tu vecino, amiga o incluso a ti.
¿Y a qué tanto perro, dama y chejov?
A su prosa, a la pulcritud y belleza de lo escrito, a como mide y marca los tiempos, a como un punto pone el silencio necesario, a su verbo.
Otros ven comparaciones jupiterianas, para justificar no se muy bien que.
No es necesario, la cotidianidad no es sinónimo de vulgar, y el cuento, a mi forma de entenderlo, es absolutamente terrenal, corriente y abrumadoramente existencial.
La obstrucción del alma, es una enfermedad tan conocida por todos, que no requiere de hades ni olimpos.
Chejov me conquista, que le voy a hacer, con su buena letra, con su armonía y la soledad de un desierto como compañía.
Un desierto que muchos hemos cruzado y algunos, más de una vez.
En su edición ilustrada, los dibujos pretenden acentuar un erotismo que yo no veo, pero claro hay 120 años de distancia entre su publicación y mi lectura...
¿Qué sé yo del calentamiento ruso de aquella época más allá del vodka?
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