No soy asiduo a la lectura de novelas históricas; no es un género que me apasione especialmente. Sin embargo, ésta en concreto me generaba altas expectativas debido a la buena crítica que acarrea. Y sin duda, las ha cumplido.
¡Qué novela! Desde la visión de Tiberio Claudio, Graves retrata con una prosa esmerada la situación del imperio romano durante la dinastía Julio-Claudia. Así nos hace conocedores de las artimañas políticas y sociales que se llevaban a cabo en aquella época. Nos presenta a Livia, su abuela, como un ser manipulador que gobernó desde la sombra manejando los movimientos de su marido Augusto, el verdadero emperador; a Tiberio, el sucesor de Augusto, fervorosamente odiado por el pueblo, y a Calígula, el último emperador antes de Claudio, abominable y sanguinario como pocos, quien sumió a Roma en una dictadura.
El contexto histórico es interesante y la forma en que Graves escribe acrecienta aún más dicho interés. Al principio cuesta hacerse con los nombres y ubicar a todos los personajes, pero cuando se hace, la lectura fluye de forma vertiginosa para culminar en un final que da pie a la segunda parte de la serie.
Como observación, me ha perturbado la cantidad de suicidios que se efectuaban en aquel entonces.
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