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Admito que entré a leer este libro sin demasiadas expectativas. No sabía nada acerca de la autora, pero decidí darle una oportunidad. Era escéptico porque las ficciones acerca de las neurosis y manías de los burgueses y aristócratas que se pasan el día entero ociosos debatiendo si la sopa de almejas es mejor que la sopa de ostras siempre me resultaron insufribles.

Ahora bien, reconozco que me equivoqué por completo. Es cierto que el protagonista, Newland Archer, al igual que todos los demás personajes, forma parte de una élite que vive despreocupada y desconoce los meros conceptos de trabajar, pasar hambre o luchar para progresar (y de hecho, los encuentran repulsivos). Personas así hoy en día no podrían inspirar ninguna simpatía.

Pero la maestría de Wharton, su delicadeza, la sutileza de su prosa, y sus ironías construyen un relato magistral que además de una reconstrucción detallada de costumbres ya fenecidas, que a los lectores actuales nos pueden parecer absurdas (hoy en día nadie se escandaliza por un divorcio o porque una mujer salga a pasear en determinados horarios, por ejemplo), también conecta con temáticas universales como el amor, la desilusión y la presión de la sociedad sobre el individuo.

Archer, como ya comenté, es un integrante del reducido mundo de la élite de Nueva York, y como en todo mundo cerrado, considera que sus costumbres son importantes y correctas. Pero la llegada de un agente externo, Ellen Olenska-una mujer casada que dejó a su marido después de incontables maltratos-abre su mente y le muestra que en realidad lleva una vida asfixiante donde no hay espacio para la libertad, incluso en las cosas más pequeñas e intrascendentes. Archer siempre deberá hacer lo que el entorno le indica, hasta en las elecciones más nimias como los destinos de vacaciones o las elecciones de almuerzos. El personaje de Ellen merecería un análisis aparte: una mujer que desea vivir independientemente, que resiste las presiones de ser una esposa sufrida y devota, que desprecia la mirada estrecha y prejuiciosa de la sociedad. Casi una heroína de las de antaño.

En la novela no hay ni una gota de violencia ni confrontaciones. Es una lectura tranquila y detallada. Por supuesto, los amantes de series como "Downtown Abbey" adorarán este libro. Pero yo, que jamás vi esa serie ni pienso hacerlo, puedo decir que encontré un libro encantador y una historia que me gustó mucho.

Austen siempre es Austen, pero tenía razón: con Emma creó un personaje que, al menos a mí, me resulta odioso. El problema es que Knightley me resulta insustancial y la mejor parte de la historia son, en este caso, los secundarios.

Efectivamente es mi Austen menos favorito y recomendaría dejarlo para el final, cuando ya la autora nos haya robado el corazón con otras historias.

Emma Woodhouse una joven de posición económica acomodada, soberbia y engreída, destaca por su fuerte personalidad. Su pasatiempo consiste en buscar parejas para sus amistades, aunque curiosamente no contempla el matrimonio para sí misma, pues no cree encontrar un hombre "a su altura". Sin embargo, la vida se encargará de demostrarle que está equivocada y que no todo puede controlarse según su voluntad.

Comencé este libro con gran entusiasmo, ansiosa por sumergirme en su historia y disfrutar de cada página, lo cierto es que fue una lectura con altibajos.

La trama no logró capturarme; era una narrativa carente de sustancia, que me aburría y me inducía al sueño. Los párrafos en su mayoría excesivamente largos, plagados de palabrería innecesaria.

Lo abordé con todo el ánimo posible, pero no llegó a atraparme, disfruté de la historia solo por momentos.