El hechicero de la Corona de Zen Cho
Porque la mayor magia procede de la sangre. ¿Y quién sabe más de sangre que una mujer?
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El hechicero de la Corona de Zen Cho
Porque la mayor magia procede de la sangre. ¿Y quién sabe más de sangre que una mujer?
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El hechicero de la Corona de Zen Cho
Nada asqueaba más a un taumaturgo que una bruja. ¡Féminas descaradas, insolentes y entrometidas que se atrevían a despreciar a la Sociedad por prohibirles la magia a las mujeres y que engañaban al vulgo con sus pociones y sortilegios!
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El hechicero de la Corona de Zen Cho
Supongo que mi plan le sonará a locura, y quizá nadie se case conmigo después de todo, por miedo a lo que mi color pueda significar. Pero debo intentarlo o me pasaré el resto de mi vida como la doncella de una dama, haciendo magia menor para mis superiores… ¡y eso no lo consentiré!
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El hechicero de la Corona de Zen Cho
¿No puedes esperar a que tu posición sea más firme antes de hacer añicos todos los queridos prejuicios de la Sociedad?
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El hechicero de la Corona de Zen Cho
Poco había imaginado que la vida en Londres consistía, de hecho, en maleficios y asesinatos y política taumatúrgica… ¡y que siempre se levantaría temprano por un motivo u otro!
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La mujer de terracota de Zen Cho
-Si saltas, no hace falta - explicó la señora Meng - El viento se lleva tus recuerdos. - ¿Volveré a verla? - preguntó Siew Tsin. - ¿Me encontraré con Yonghua en mi próxima vida? - Escucha - dijo la señora Meng - Volverás a nacer. Volverás a ser un bebé. Volverás a sonreír a tus padres. Sentirás el sol en la cara de nuevo. Serás joven otra vez. Todo lo que sabes, volverás a aprenderlo. Volverás a encontrar el amor. |
El hechicero de la Corona de Zen Cho
La magia como sustancia, como fuerza vital, era el aire que respiraba y el suelo bajo sus pies: no renunciaría a ella, igual que no pensaba renunciar por voluntad propia a la vista o al habla.
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La mujer de terracota de Zen Cho
Los ojos eran como comas negras, sin rastro de blanco. No era humana. Nunca había estado viva.
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Moby Dick, Herman Melville