Los Buddenbrook de Thomas Mann
Hijo mío, atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende sólo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche.
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Los Buddenbrook de Thomas Mann
Hijo mío, atiende con placer tus negocios durante el día, pero emprende sólo los que te permitan dormir tranquilo durante la noche.
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La montaña mágica de Thomas Mann
La vanidad carece de grandeza, y la grandeza, por tanto, no puede ser vanidosa.
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La montaña mágica de Thomas Mann
La única manera sensata y religiosa de contemplar la muerte es considerarla y sentirla como parte integrante, como la sagrada condición sine qua non de la vida, y no separarla de ella mediante alguna entelequia.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Hay tantas clases distintas de estupidez! Y seguro que la inteligencia no es la mejor de ellas.
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Thomas Mann
Esperar significa: adelantar acontecimientos; significa percibir el tiempo y el presente no como un don, sino como un obstáculo, negar y anular su valor propio y pasarlos por alto
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La montaña mágica de Thomas Mann
El tiempo no posee ninguna realidad. Cuando nos parece largo es largo, y cuando nos parece corto es corto; pero nadie sabe lo largo o lo corto que es en realidad
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La montaña mágica de Thomas Mann
Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Aschenbach había escrito expresamente, en un pasaje poco conocido de sus obras, que casi todas las cosas grandes que existen son grandes porque se han creado contra algo, a pesar de algo… (pág. 20).
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Los Buddenbrook de Thomas Mann
¡Mantener las apariencias! ¿Acaso querías una vida distinta de la que has tenido? A pesar de tu rebeldía y de estar convencido de que esa rebeldía tuya era idealista, tu espíritu nunca poseyó la suficiente fuerza, la suficiente imaginación, el suficiente idealismo que dota a un hombre de ese entusiasmo callado, mucho más dulce, satisfactorio y enriquecedor que un amor secreto o que cualquier bien abstracto, que necesita para llevar, defender y honrar un apellido que se remonta a muchas generaciones atrás.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Diez años después había aprendido, desde su escritorio, a representar el papel de hombre importante, a administrar su fama, a ser amable y expresivo en su correspondencia, necesariamente breve (pues mucho se le pide a quien consigue éxitos y es digno de fiar).
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La montaña mágica de Thomas Mann
Oh, el amor, ¿sabes...? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿ comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, la piedad y lo eterno, lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies... De la misma manera, el cuerpo también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo...! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omóplatos cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y cómo la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la «Arteria femoralis» que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos! + Leer más |
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La montaña mágica de Thomas Mann
Qué era, pues, la vida. Es el ser de lo que, en realidad, no puede ser, lo que oscila entre un dulce y doloroso vaivén sobre el límite del ser en ese proceso continuo y febril de la descomposición y de la renovación. No era ni siquiera materia y no era espíritu. Era una veleidad secreta y sensual en el frío casto del universo, una impureza íntimamente voluptuosa de nutrición y de excreción, un soplo excretor de ácido carbónico y de sustancias nocivas de procedencia y de naturaleza desconocidas.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Yo ataco el análisis sólo cuando lleva en sí mismo el penetrante sabor nauseabundo de la tumba.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Ocurre de la misma manera con ese humanismo que no se deja implicar en ninguna contradicción, que no se hace culpable de ninguna recaída en la hipocresía cristiana, cuando ésta se decide a ver en el cuerpo el principio malo y adverso.
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La montaña mágica de Thomas Mann
La hostilidad del espíritu contra la naturaleza, su orgullosa desconfianza contra ella, su noble obstinación en el derecho a la crítica ante esa potencia mala y contraria a la Razón. Es servil aceptar dicha potencia y acomodarse a ella. Acomodarse interiormente.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Ordenación y selección constituyen el principio del dominio, y el enemigo más peligroso es el enemigo desconocido. Hay que sacar a la especie humana de los estados primitivos de miedo y de apatía resignada, hay que llevarla a una fase más activa de la conciencia. Es preciso alumbrar su religión, hacerle ver que los efectos desaparecen y que, por lo tanto, para suprimirlos es preciso comenzar por conocer las causas, y que casi todos los males del individuo son producto de las enfermedades del organismo social.
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La montaña mágica de Thomas Mann
-Usted sufre, ingeniero- continuó -usted sufre como un extraviado. Quién puede dejar de apercibirse al ver su expresión. Pero su actitud ante el sufrimiento debería ser una conducta europea, no la conducta del Oriente, de ese Oriente afeminado y mórbido que relega aquí a tantos enfermos. La piedad y la paciencia infinitas, tal es su manera de enfrentar el mal.
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La montaña mágica de Thomas Mann
El Asia nos devora. Por todas partes veo rostro tártaros. Genghis Khan, ojos de lobo de las estepas, nieve y aguardiente, knut, casamatas y cristianismo. Debería elevarse aquí un altar a Palas, Atenea, como medida de defensa.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Libertad. Tal era la palabra de que se sirvió, no pronunciándola, sino formando interiormente las sílabas, pero la empleó en su sentido más amplio, tal como lo había aprendido a hacer aquí, en un sentido que no tenía nada en común con el que Settembrini daba a esa palabra. Y un vago espanto y emoción que ya le eran conocidos pasaron por su interior e hicieron estremecerse su pecho, hinchado por un suspiro.
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Gregorio Samsa es un ...