La muerte en Venecia de Thomas Mann
La soledad madura lo original, la belleza osada y sorprendente, la poesía. Pero la soledad madura también lo alterado, lo desproporcionado, lo absurdo y lo prohibido.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
La soledad madura lo original, la belleza osada y sorprendente, la poesía. Pero la soledad madura también lo alterado, lo desproporcionado, lo absurdo y lo prohibido.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Las noches eran amenas; las plantas del parque esparcían su perfume penetrante, mientras en la altura seguían su carrera los astros, y el murmullo del mar, envuelto en tinieblas, hablaba íntimamente al alma.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
El espíritu se sentía invadido por una gran indolencia, y los sentidos penetrados por el encanto infinito y adormecedor del mar.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Amaba el mar por razones profundas: por el ansia de reposo del artista que trabaja duramente, que desea descansar de la variedad de figuras que se le presentan en el seno de lo simple e inmenso; por una tendencia perversa, opuesta enteramente a las exigencias de su misión en el mundo, y más tentadora, por eso, a lo inarticulado, excesivo y eterno; a la nada. Quien se esfuerza por alcanzar lo excelso, nota el ansia de reposar en lo perfecto. ¿Y la nada no es acaso una forma de perfección?
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello; la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Para que cualquier creación espiritual produzca rápidamente una impresión extraña y profunda, es preciso que exista secreto parentesco y hasta identidad entre el carácter personal del autor y el carácter general de su generación.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Hans Castorp iba solo, porque su calidad de árbitro no le permitía unirse a ninguno de los dos bandos. Andaba maquinalmente. Constituía para él una necesidad el asistir al encuentro. Era imposible mantenerse al margen y esperar el resultado en la cama, en primer lugar porque... - no desarrolló este primer punto - y en segundo lugar porque no se podía dejar que aquello siguiese su curso. |
La montaña mágica de Thomas Mann
-Requiescat in pace. -dijo-. Sit tibi terra levis. Réquiem aeternam dona ei, Domine. Mira, cuando se trata de la muerte o cuando se habla a los muertos, el latín recobra sus derechos, es la lengua oficial para esas circunstancias, se ve cómo la muerte es algo singular.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Y habló del verbo, del culto al lenguaje, a la elocuencia que calificó de «triunfo del humanismo», ya que la palabra era el honor del hombre y ella sola hacía su vida digna.
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La montaña mágica de Thomas Mann
..., nada obligaba a dar un nombre a esos sentimientos, ya que no pretendía plantear el tema y hablar de un asunto tan delicado. [...] estaba inconscientemente convencido de que un tesoro interior como aquél debía ser resguardado para siempre al abrigo de la definición y la clasificación.
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La montaña mágica de Thomas Mann
-Pero recientemente, hace poco más o menos ocho semanas... -Entonces no digas recientemente- interrumpió Hans Castorp, que escuchaba con frialdad. -¿Cómo..? Está bien... ¡Qué meticuloso eres! Lo he dicho al azar. Hace, pues, algún tiempo... |
La muerte en Venecia de Thomas Mann
Hablaba del sagrado temor que acomete al alma noble cuando se le aparece un rostro semejante al de los dioses, es decir, un cuerpo perfecto.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Así era Venecia, la bella insinuante y sospechosa; ciudad encantada de un lado, y trampa para los extranjeros de otro, en cuyo aire pestilente brilló un día, como pompa y molicie, el arte, y que a los músicos prestaba sones que adormecían y enervaban.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Un viaje bien elegido. ¡Oh Venecia! ¡Magnífica ciudad! Ciudad de irresistible atracción para las personas ilustradas, tanto por el prestigio de su historia como por sus actuales encantos
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La montaña mágica de Thomas Mann
Al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la persona humana de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originaria; incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo.
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La montaña mágica de Thomas Mann
El tiempo es el elemento de la narración, como también es el elemento de la vida; está indisolublemente unido a ella, como a los cuerpos en el espacio.
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La montaña mágica de Thomas Mann
Un alma sin cuerpo es tan inhumana y espantosa como un cuerpo sin alma. Por cierto, lo primero es una rara excepción y lo segundo es el pan nuestro de cada día.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Amaba el mar por razones profundas : por el ansía de reposo del artista que trabaja rudamente, que desea descansar de la variedad de figuras que se le presentan en el seno de lo simple e inmenso ; por una tendencia perversa, opuesta enteramente a las exigencias de su misión en el mundo, y más tentadora, por eso, a lo inarticulado, desmedido y eterno; a la nada.
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La muerte en Venecia de Thomas Mann
Era aquello de una indecible belleza, y Aschenbach sintió el dolor, tantas veces experimentado, de que la palabra fuera capaz sólo de ensalzar la belleza sensible, pero no de reproducirla.
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La montaña mágica de Thomas Mann
El tiempo no tiene divisiones que marquen su paso, no hay truenos ni trompetas que anuncien el inicio de un nuevo mes o año. Incluso cuando empieza un siglo, somos nosotros los mortales quienes tocamos las campanas y disparamos los cañones
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?