Tres abuelas y un cocinero muerto de Minna Lindgren
El mundo giraba demasiado alrededor del trabajo y luego, cuando este ya no existía, nadie era libre, sino prisionero de su edad, y lo rodeaban infinitos días vacíos.
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Tres abuelas y un cocinero muerto de Minna Lindgren
El mundo giraba demasiado alrededor del trabajo y luego, cuando este ya no existía, nadie era libre, sino prisionero de su edad, y lo rodeaban infinitos días vacíos.
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Tres abuelas y un plan de sabotaje de Minna Lindgren
La juventud es desearlo todo, la vejez es no desear nada.
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Tres abuelas y un joyero de ida y vuelta de Minna Lindgren
Las residencias son un espacio de almacenamiento final para ancianos.
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Viuda, al fin de Minna Lindgren
La edad no era solo un número, ni mucho menos; era todo esto que veía en el espejo. Para otros, ese mismo número significaba pérdida de memoria, diagnósticos de cáncer y enfermedades incurables, para muchos, también gota, desgaste y operaciones de cataratas. Cuanto más me observaba a mi misma, más segura estaba, sin embargo, de que yo era ese tipo de personas que solo mejoran con la edad. Estaba sana y salva, sobre mis propios pies, y recordaba de quién era el baño en cuyo espejo me miraba.
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Viuda, al fin de Minna Lindgren
Entonces escupí en la cara de mis pobres hijos su indiferencia y su pasividad, que, unidas a su admirable egoísmo, me habían sumido en una situación en la que sentía que seguía en una jaula, aunque lo razonable habría sido, por fin, ser libre para pensar en mí misma, en lo que me apetecía hacer y en todas las cosas divertidas y disfrutables que nunca habían tenido cabida en mi vida.
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Viuda, al fin de Minna Lindgren
Para ella era fantástico ser irresponsable y libre. Esas eran sus palabras: irresponsable y libre. Ambos conceptos eran completamente nuevos para mí. Me llevaría un tiempo adaptarme a aquello.
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Viuda, al fin de Minna Lindgren
Allí sentada, en la turbulencia de mis alarmados pensamientos, comprendí por qué tanta gente ocultaba sus enfermedades graves a sus personas queridas. No tenían fuerzas para consolarnos a los que estábamos sanos y nos entristecíamos de una forma tan confusa.
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Tres abuelas y un plan de sabotaje de Minna Lindgren
La vida en el apartamento inteligente era muy graciosa si se sabía adoptar una actitud abierta ante las sorpresas que deparaban las máquinas. Ir al frigorífico, por ejemplo, siempre suponía una gran aventura. Nunca se podía estar seguro de cuánto sabía la nevera.
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Tres abuelas y un joyero de ida y vuelta de Minna Lindgren
¿Has oído lo que hablaban los obreros entre ellos? Ya andaban vociferando en todas las lenguas del mundo detrás de la puerta de entrada antes de las seis. Pero uno de ellos sabía decir tacos en finés con gran habilidad. Soltaba un «joder» en cada frase y con eso me desperté.
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Tres abuelas y un joyero de ida y vuelta de Minna Lindgren
Solo eran las seis y siete minutos de un lunes y en el edificio se estaba produciendo un auténtico sabotaje.
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Tres abuelas y un cocinero muerto de Minna Lindgren
En su residencia ocurren todo tipo de cosas y a la policía no podría interesarle menos.
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