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El don de la siesta de Miguel Ángel Hernández
Me cobijaré en las siestas y, más que nunca, comprobaré que son un regalo, un don, un refugio, una interrupción, un instante leve de felicidad en medio de la tormenta.
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El don de la siesta de Miguel Ángel Hernández
Me cobijaré en las siestas y, más que nunca, comprobaré que son un regalo, un don, un refugio, una interrupción, un instante leve de felicidad en medio de la tormenta.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
... el pasado no es sólo una memoria inmaterial, una proyección mental intangible; el pasado es denso, respira, se mueve hacia nosotros.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
Mientras hojeaba los periódicos aquella mañana experimenté una melancolía extraña. Más que recordar el mundo del pasado, tuve la sensación de conocerlo por primera vez.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
La diferencia es que yo sabía, o creía saber, que los monstruos no existen. Al menos, no separados de las personas que los transportaban.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
De eso era de lo que había huido. De ese control, de esa pulsión de chisme, de esa especie de derecho que parecen tener los otros a preguntar y a ordenar la vida ajena, y sobre todo de esa necesidad de justificación constante de las cosas que uno hace.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
Las palabras siempre fallan; la escritura nunca llega al fondo de las cosas. Con suerte, lo bordea, lo toca, puede rozar la herida. Pero ese lugar siempre permanece oscuro, opaco, indescifrable, como los garabatos que ahora decides desechar.
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Miguel Ángel Hernández
Y entenderás por vez primera lo que importan las palabras. Las que duelen y las que salvan. Las que se escriben en un cuaderno y las que se dicen al oído. Las que se guardan en el alma y las que tardan media vida en llegar.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
La investigación acerca del crimen de mi amigo había sido el detonante de todo, pero el auténtico crimen sobre el que yo escribía – el único, en verdad, que podía afrontar – era el que yo había cometido con mi pasado.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
Qué fácil era ahora guardar esas imágenes sin acudir a las fotocopiadoras y tener que pedir permiso a los bibliotecarios, que siempre miraban con celo los documentos, como si la historia les perteneciera.
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El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández
Aquel encuentro me hizo ser consciente de que el pasado no es solo una historia inmaterial, una proyección mental intangible; el pasado es denso, respira, se mueve hacia nosotros.
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¿Cómo se llama la protagonista del libro?