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La cinta roja de Lucy Adlington
Una vez eres etiquetada como diferente, los demás pueden tratarte como si no importaras
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La cinta roja de Lucy Adlington
Anímate , me susurró un eco de Rose esa noche, Siempre está oscuro antes de amanecer
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La cinta roja de Lucy Adlington
De todos los horrores de Birchwood, de todas las muertes y miserias, descubrí que la soledad era peor
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La cinta roja de Lucy Adlington
Guárdala bien, y recuerda que algún día saldremos de aquí y llevaremos todas las cintas que queramos. Entonces iremos a la Ciudad de la Luz y ataremos esta cinta a la rama de un árbol que yo sé: para nosotras significa esperanza
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La cinta roja de Lucy Adlington
Allí estábamos, en un campo de prisioneros para inocentes, dirigido por criminales.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Si somos capaces de ver los actos de bondad como actos de heroísmo, podremos contrarrestar el odio y la violencia. Así lo espero.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Ya no había forma de ocultar la verdad. Ya no se podía mirar para otro lado ni fingir más. El Gran Almacén no era una gloriosa cueva del tesoro. No era una tienda de lujo. Era un horrible cementerio de vidas y pertenencias. Nosotras habíamos llegado allí vestidas con ropas y cargadas con nuestro equipaje. Y nos lo habían quitado todo.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Yo odiaba la estrella. Odiaba todas las insignias, y también todas las Listas. Odiaba la forma que tenía la gente de meter a los demás en una casilla y poner una etiqueta que decía: «Eres diferente». Una vez que eres etiquetada como «diferente», los demás pueden tratarte como si no importaras. Lo cual es una estupidez.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Allí estábamos, en un campo de prisioneros para inocentes, dirigido por criminales. Y allí teníamos a una de las Guardianas.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Había sido la Guerra la que me había llevado a Birchwood, conocido, en un idioma más duro, como Auschwitz-Birkenau.1 El lugar al que todos llegan y del que nadie sale.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Desde que había llegado a Birchwood había decidido que sólo iba a ver las cosas que yo quisiera. Cada segundo de mis primeras tres semanas había resultado horrible: mucho peor que las espinas de un arenque. Yo me había convertido en una especie de gólem —una chica sin alma— a la que llevaban de aquí para allá a empujones y que se limitaba a esperar interminablemente, de pie o en cuclillas
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¿Quién es Momo?