Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington
La mujer debe de ser delgada y esbelta, aunque no exenta de las curvas y las redondeces de la figura. (REVISTA EVA SEPT 1940)
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Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington
La mujer debe de ser delgada y esbelta, aunque no exenta de las curvas y las redondeces de la figura. (REVISTA EVA SEPT 1940)
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Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington
Coser uniformes para los hombres que se disponían a matarnos a todas.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Si somos capaces de ver los actos de bondad como actos de heroísmo, podremos contrarrestar el odio y la violencia. Así lo espero.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Allí estábamos, en un campo de prisioneros para inocentes, dirigido por criminales.
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La cinta roja de Lucy Adlington
También teníamos insignias, una insignias hechas con un trapo de color y cosidas en nuestras ropas. La insignia que llevabas indicaba por qué habían decidido Ellos exactamente que ya no eras apta para vivir en el mundo real.
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Las costureras de Auschwitz de Lucy Adlington
El desastre que tuvo lugar allí es imposible de comprender, y la mente humana no es capaz de creerlo
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La cinta roja de Lucy Adlington
Una vez eres etiquetada como diferente, los demás pueden tratarte como si no importaras
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La cinta roja de Lucy Adlington
Cuando dividimos el mundo entre nosotros sembramos la semilla del odio. El odio genera violencia. Y la violencia, de un modo u otro, nos mata a todos.
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Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington
El glamur de la moda y los tejidos puede parecer muy alejado de la política; un contraste frívolo con la violencia de la guerra.
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Las modistas de Auschwitz de Lucy Adlington
En Auschwitz, todos los caminos parecían conducir a la muerte. Si la enfermedad y el hambre no las mataban, lo harían unas condiciones de trabajo brutales
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La cinta roja de Lucy Adlington
Anímate , me susurró un eco de Rose esa noche, Siempre está oscuro antes de amanecer
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La cinta roja de Lucy Adlington
Guárdala bien, y recuerda que algún día saldremos de aquí y llevaremos todas las cintas que queramos. Entonces iremos a la Ciudad de la Luz y ataremos esta cinta a la rama de un árbol que yo sé: para nosotras significa esperanza
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La cinta roja de Lucy Adlington
Ya no había forma de ocultar la verdad. Ya no se podía mirar para otro lado ni fingir más. El Gran Almacén no era una gloriosa cueva del tesoro. No era una tienda de lujo. Era un horrible cementerio de vidas y pertenencias. Nosotras habíamos llegado allí vestidas con ropas y cargadas con nuestro equipaje. Y nos lo habían quitado todo.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Yo odiaba la estrella. Odiaba todas las insignias, y también todas las Listas. Odiaba la forma que tenía la gente de meter a los demás en una casilla y poner una etiqueta que decía: «Eres diferente». Una vez que eres etiquetada como «diferente», los demás pueden tratarte como si no importaras. Lo cual es una estupidez.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Allí estábamos, en un campo de prisioneros para inocentes, dirigido por criminales. Y allí teníamos a una de las Guardianas.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Había sido la Guerra la que me había llevado a Birchwood, conocido, en un idioma más duro, como Auschwitz-Birkenau.1 El lugar al que todos llegan y del que nadie sale.
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La cinta roja de Lucy Adlington
Desde que había llegado a Birchwood había decidido que sólo iba a ver las cosas que yo quisiera. Cada segundo de mis primeras tres semanas había resultado horrible: mucho peor que las espinas de un arenque. Yo me había convertido en una especie de gólem —una chica sin alma— a la que llevaban de aquí para allá a empujones y que se limitaba a esperar interminablemente, de pie o en cuclillas
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La edad de la inocencia