La cinta roja de Lucy Adlington
Ya no había forma de ocultar la verdad. Ya no se podía mirar para otro lado ni fingir más. El Gran Almacén no era una gloriosa cueva del tesoro. No era una tienda de lujo. Era un horrible cementerio de vidas y pertenencias. Nosotras habíamos llegado allí vestidas con ropas y cargadas con nuestro equipaje. Y nos lo habían quitado todo.
|