Calificación promedio: 5 (sobre 2 calificaciones)
/Hay una espera inicial, una larga espera en realidad, en la que persisten ciertas imágenes, situaciones, a veces solo el perfil de un personaje que no se marcha. Si sobrevive algo de todo eso, empiezo a escribir en un papel en blanco.
Más que indispensable, creo que el movimiento es ineludible. Creo que el penúltimo movimiento es el acto de escribir o crear sobre algo que tuvo un gran movimiento. El último movimiento, es el que hace el lector, a quien llega el eco de una larga cadena de movimientos iniciales.
Porque la plástica es un detonante, un big-bang inicial, o iniciático, del que todo nace y se expande. Esa capacidad de la pintura y la escultura, así como en la poesía, de concentrar, de materializar lo que fue movimiento humano en el momento preciso de su máxima expresión, es algo que admiro y que envidio profundamente. Todo lo que narro es una expansión de esos momentos condensados. El arte plástico crea diques en el tiempo. Cuando escribo siento que los fisuro para que algo se abra.
Porque es una imagen que transmite mi sensación con el mundo: esa escalera cóncava y convexa, con un centro vacío entre dos extremos, habla mucho de lo que siento al haber vivido entre varios mundos. Y porque a pesar de que es una escalera de piedra inmóvil, tiene movimiento. Como dijo en algún momento Deleuze «nada es más perturbador que los movimientos incesantes de lo que parece inmóvil».
No tuve el propósito de escribir una novela así de larga. Todo lo contrario: iba a ser una de pequeño formato. Pero como suele ocurrirme siempre, en el camino todo se transforma. En realidad, hasta que no tengo 80 o 100 páginas escritas, no tengo muy clara la idea de lo que va a ocurrir con una novela. Cuando llegué a las 100 páginas, me di cuenta que iba para más. Y al final de cada año de escritura me preguntaba si debía seguir, y algo me decía que debía seguir, que debía darle otro año más. Y así seguí sin ponerme límites, mientras sentía ese impulso. No soy un escritor profesional que tiene que entregar novela con fecha, pero sí pretendo escribir como si lo fuera, pero con mis propios tiempos.
No es una novela histórica pero está situada históricamente. Me documenté todo lo posible para no cometer inexactitudes históricas pero lo cierto es que, a diferencia de otras novelas mías, como El desterrado, donde la investigación histórica fue mayor, en esta me sentí muy libre, quizá porque la temperatura emocional de los personajes era suficientemente nítida para mí como para no sentirme atado a la historia. Y esa es la clave para disfrutar la escritura de una novela: sentirse libre frente a los rígidos rieles de la historia. Saber que es más importante el tiempo de tu novela que el tiempo, siempre ampliable, huidizo e inabarcable de la historia real. Más trabajo me tomó la investigación sobre la pintura y sus técnicas. Leí muchas novelas sobre pintores que se resumían en bio-pics, porque muy pocas entraban en la materia mismo de la pintura y del acto de pintar. Salvo una que es una obra lograda de alguien que pintaba, Un pintor de hoy , de John Berger.
Creo que todo lector es inevitablemente complejo. Por una razón no evidente pero inevitable: el lector siempre está colocado en el futuro. En un futuro impredecible. Sabrá siempre más que tú. Y hay que tratarlo con respeto, no subestimarlo, no darle cualquier cosa. Los libros que me apasionan son aquellos que sé que volveré a leer porque en su complejidad hay una belleza que no se agota en una sola lectura, y un desafío por parte de su autor.
Hay uno en particular, Abu, porque pierde a uno de sus grandes amigos, Raulito, con quien siempre conversaba, y a quien, ante su descomposición y pérdida de la memoria, le rememora el pasado compartido. Cuando su amigo termina destruido, se queda solo. Es lo que me ha pasado con amigos queridos que murieron. Puedo seguir escuchado sus voces, como si pudiera todavía conversar con ellos. Y a otro que me resultó problemático pero que era necesario para mi historia, Thomas Markai, que se llama a sí mismo Taltibio, como el mensajero de Las troyanas de Eurípides, un internacionalista infiltrado que hacía labores de contraespionaje, alguien que trabajaba desde la traición.
Libertad. La novela es libertad, saltos en el tiempo, variedad de lenguajes, ausencia de límites establecidos, contrapuntos sin pretensión de verdad, la posibilidad del equívoco. Y podría seguir.
Ha sido muy importante. Una novela de casi 700 páginas impresa en España habría sido, para Ecuador, un libro importado muy caro para el lector. Publicarla en Seix Barral Colombia la hace muy asequible para el lector de mi país. Más adelante llegará a lectores de otros países.
Por el momento en nada en concreto, aparte de algunos ensayos pendientes. Han sido muchos años con esta novela y todavía necesito tomar distancia. Tengo dos proyectos de novela, pero necesito saber si sobreviven, porque las ocurrencias son malos puntos de apoyo.
Tonio Kröger de Thomas Mann
Marguerite Yourcenar con Memorias de Adriano. Su perfección es tan exultante como dolorosa por saber que son cimas inalcanzables. Pero me basta releer una parte de esa novela y el efecto es el contrario: un estímulo para tentar lo imposible. En realidad, una gran novela, a la larga, siempre es un estímulo para escribir.
Doktor Faustus de Thomas Mann
La siesta de M. Andesmas de Marguerite Duras
El hombre sin atributos de Robert Musil.
Ninguno. Desde el momento que pasa a ser un clásico, la escala de valores se multiplica y no se queda en uno sólo. Pueden pasar décadas o siglos sin que se lo lea, pero terminará volviendo.
«— Comment vous-défendez vous contre la solitude?
— Monsieur, je suis devenue la solitude même.»
Mar muerto de José María Ridao.
¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?