En esta lista encontrarás algunas recomendaciones de libros para leer de un tirón (menos de 200 páginas), son novelas cortas escritas por autores de América Latina. ¿Se te ocurre alguna más?
Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de
aquella naturaleza desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento
en el baño adornado de pavorreales repetidos y mosaicos pueriles de
termas romanas.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo.
Fue una espera interminable. No sé cuanto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte.
Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce. Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender. Hay en el fondo, lejos, un coro de perros, algún gallo canta de vez en cuando, al norte, al sur, en cualquier parte ignorada.
Si la fiesta se componía, y la rogaban un poquito, no le costaba nada ponerse las plumas aunque pareciera un espantapájaros y nada tuvieran que ver con su número de baile español. Para que la gente se riera, nada más, y la risa me envuelve y me acaricia y los aplausos y las felicitaciones y las luces, venga a tomar con nosotros mijita, lo que quiera, lo que quiera para que nos baile otra vez.
En aquel momento, vuelto a la condición humana, el anciano tuvo un supremo instante de lucidez. Vivió, en el espacio de un pálpito, los momentos capitales de su vida; volvió a ver a los héroes que le habían revelado la fuerza y la abundancia de sus lejanos antepasados del África, haciéndole creer en las posibles germinaciones del porvenir.
Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue. La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recámara.
En el estudio todo ha quedado igual, querido
Diego, tus pinceles se yerguen en el vaso,
muy limpios, como a ti te gusta. Atesoro hasta
el más mínimo papel en que has trazado una
línea.
El hombre entró con una valija y un impermeable; alto, los hombros anchos y encogidos, saludando sin sonreír porque su sonrisa no iba a ser creída y se había hecho inútil o contraproducente desde mucho tiempo atrás, desde años antes de estar enfermo.Lo volví a mirar mientras tomaba la cerveza, vuelto hacia el camino y la sierra.
La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos. Por esa razón debía marcharse cada cierto tiempo, porque -le explicaban- era bueno que no fuera uno de ellos.
épocas en las que he estado atrapado en quince libros o más. Esta práctica puede estar motivada por una necesidad de orden personal antes que artística. No pienso, al hacerlo, que semejante manera de leer me pueda servir para luego componer mis propias obras.
Allí estaba la madre espantando las moscas del ataúd con un abanico de palmas
trenzadas. Otras mujeres vestidas de negro contemplaban el cadáver con la misma
expresión con que se mira la corriente de un río. De pronto empezó una voz en el
fondo del cuarto. El coronel hizo de lado a una mujer, encontró de perfil a la madre del
muerto y le puso una mano en el hombro. Apretó los dientes.
Ella había nacido con malos precedentes y ahora parecía una hija de no-sé-qué con aire de pedir disculpas por no ocupar un espacio. En el espejo, distraída, examinó de cerca las manchas de su cara. En Alagoas se llamaban panos, decían que venían del hígado. Ocultaba las manchas con una capa espesa de polvo blanco y, si se veía medio revocada, era mejor que verse pardusca. Toda ella estaba un poco sucia, porque raro era que se lavase.
Ahora me muero, pero tengo muchas cosas que decir todavía. Estaba en paz conmigo mismo. Mudo y en paz. Pero de improviso surgieron las cosas. Ese joven envejecido es el culpable. Yo estaba en paz. Ahora no estoy en paz. Hay que aclarar algunos puntos.
Qué es un Libro de Pequeño Formato?, le pregunta Kazbek al señor Peer. Éste le responde punto por punto con un total de nueve aproximaciones.1. Un libro corto que parece no agotarse nunca. 2. Un libro que puede perderse porque no se lo olvidará...
También lo de quedarme entre el sueño y la vigilia, en una especie de duermevela que me mantiene como estúpida. Me pasa porque la oscuridad de esta pieza es profunda, tan profunda por la falta de una ventana. Me ahoga esta oscuridad y algunas veces tardo mucho en dormirme mientras que otras no termino de despertarme nunca.
Transcurrían los últimos siglos de la Edad Media, que parecía como si no fuera a terminar nunca. La cultura de la época, sus sueños, sus guerras, se desenrollaban sobre el suelo europeo como una colorida alfombra a la que el Tiempo volvería Historia. Por el momento era una confusión nada más.
Empezó, como quien dice, jugando sucio porque empezó con lluvia. Una delgada lluvia que iba y venía como foete encima de todo. Lluvia de agua amarilla y oxidada como la lata. Qué tiempo duraría la lluvia. Una semana, dos, un poco más tal vez. Pero no se trataba de que estuviera haciendo la vida imposible.
El niño se levantó y, mientras se sacaba el pijama y se ponía los jeans y los tenis, se preguntó qué había sido primero. Si su madre había dejado a su padre cuando él comenzó a hablar de platillos voladores, o si el padre había comenzado a hablar de platillos voladores una vez que la madre lo dejó.
Me ha dicho que le duele el aire, que la sangre quema sus venas y que su cama es de alfileres, porque perdió a la mujer que ama en alguna de las vueltas del camino y no hay mapa que le diga dónde hallarla.
Estoy muerta, se dijo Makina cuando todas las
cosas respingaron: un hombre cruzaba la calle a
bastón, de súbito un quejido seco atravesó el asfalto,
el hombre se quedó como a la espera de
que le repitieran la pregunta y el suelo se abrió
bajo sus pies: se tragó al hombre, y con él un
auto y un perro, todo el oxígeno a su alrededor
y hasta los gritos de los transeúntes.
Yo no sé si lo que digo es una estupidez, pero hay veces que un cigarrito puede ser el mejor amigo de uno. Fumándolo ahí, sentí que no estaba solo.
Me dijo lárgate con ese señor de dientes anchos
no temas él te conducirá con la Andrea tu prima
en el gabacho te irá rete bien allá en el gabacho
ahorrarás harto luego volverás o te quedarás allá
con tu prima o con un gringo que te escoja por
bonita por dulce por sumisa .
Y era terrible contemplar estas naves, perdidas bajo el cielo resplandeciente, las máquinas en perfecto estado de funcionamiento, los cascos sin una grieta, las tripulaciones y el pasaje atemorizados en la borda, cogiéndose de los brazos de los oficiales taciturnos, algunos de los cuales terminaron por saltarse la tapa de los sesos. ¡Sí, digo que era terrible!
Si la plata es lo único que justificaba las muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales insensibles, inhumanos.
Si había algo que aprender, no lo aprendimos. Ahora pienso que es bueno perder la confianza en el suelo, que es necesario saber que de un momento a otro todo puede venirse abajo. Pero entonces volvimos, sin más, a la vida de siempre.