El tercer país de Karina Sainz Borgo
Yo no tenía monedas para darle, tampoco hijos que proteger. Los míos dormían un sueño profundo e irrevocable en unas cajas de zapatos.
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El tercer país de Karina Sainz Borgo
Yo no tenía monedas para darle, tampoco hijos que proteger. Los míos dormían un sueño profundo e irrevocable en unas cajas de zapatos.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Cuando leí a la Ginzburg entendí por qué leemos y escribimos: para descubrir que no nos hemos vuelto costra, que no somos una mancha vieja, que siempre podremos, cómo no, lavar la ropa llorando... o leyendo.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Los signos de interrogación me sujetan como a un pez que ya boquea en el anzuelo.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Hay quienes nunca pertenecen a nada, excepto a su propio desenlace.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Aunque robe guerras de otros, parece que nunca encontraré el ángulo para escalar mi carnicería.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Ese mar revuelto de quienes lloran en el patio de butacas de un teatro a oscuras, arponeados por su propio océano. Sí, las historias de mar son historias políticas. Y los hombres... árboles sin raíces. Leños que el mar empuja.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Que escribir sea arrancar, insisto, me parece natural. La vida es, en suma, una mutilación. La primera de todas. ¿Por qué no habría de serlo la narración que hacemos de ella?
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Pensaba que las cosas eran rápidas y sencillas y que las historias se escribían solas. Que ellas nos escogían para contarlas y no que había que cogerlas, fuertemente, como se hace con las palabras cuando se desbocan. No entendía que lidiaba con caballos furiosos tirando del carro de mi inexperiencia. Ignoraba cuán fuerte había que sujetar las riendas para que cada párrafo no echara a correr cuesta abajo. No sabía yo que esta vida era una doma.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Se ha escrito que la patria es la infancia. Se ha escrito que la patria es la lengua. Mi patria es haber sobrevivido a un proyecto que ni siquiera fue pensado para mí. En ese momento perdí un país, una cultura. Es decir (y resultaría extremadamente penoso intentar explicarlo, porque de algún modo es incomunicable): mi patria es el instante en el que el destino de mi familia ya no tuvo que ver con los proyectos de vida, sino con imperativos de supervivencia, el momento en que se me negó Argentina. O mejor: su posibilidad. La dictadura es el hecho fundamental de mi vida. Mi origen.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Acaso porque he olvidado mi ciudad de origen o porque he cambiado muchas veces de piso o porque pienso a menudo en cosas que ya no existen, conservo desde hace años una idea fija: todos llevamos en nuestro interior una versión elefantiásica, una talla de nosotros mismos que no cabe en ningún lugar. Todos habitamos la cacharrería, ese lugar donde nos da por pegar una carrerilla salvaje; echamos a correr como bestias que han olvidado lo que son. Afelpados por los zoológicos y los circos, hemos olvidado que avanzamos demoliendo.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Porque, al fin y al cabo, qué es un país sino una familia odiándose.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Si regresaba, ¿decidiría no salir de nuevo? ¿Me quedaría entre los vivos? ¿Habitaría entre los muertos? Quizás nunca entendí que, incluso antes de irme, cargaba encima las costumbres de un muerto que no sabe aún cómo vivir fuera de la isla de su césped.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Parecen preferir el olvido, como quien escoge una almohada de púas para recostarse.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Una maleta nunca es la misma, su pasajero tampoco. Compartimos una indefensión de pescadería. Alguien nos descuartiza, nos abre en canal, nos jurunga, nos ultraja. El día que cogí mi primer avión a Madrid entendí de qué están hechas ciertas despedidas. La mía fue eso: aquel puñado de mierda y vísceras, aquel litoral acabado, ese país insolvente al que no pude devolverle ni siquiera una lágrima.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
El libro es la farmacopea de mí misma y de los lugares que me expulsaron y acogieron. Es la receta médica del que escribe para empujar la pastilla del desencanto. Es mi arsénico y mi insatisfacción. Es el punto y aparte de esta medicación a la que se amarra uno para sacar a pasear la cólera. Aquella, la de Aquiles. La primera palabra sobre la que se levantó el acantilado de la literatura. Lo siguiente es dejarse caer. |
Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
(Los textos) Conservan el asombro y la ira que los impulsó, pero han pasado por el quirófano del tiempo. Es así, el tiempo también escribe. Y menos mal.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Cuando aterricé en España hace ya más de doce años tuve una idea, solo una: si quería sobrevivir, tenía que escribir. Pasar por el tamiz del teclado todo cuanto ocurriese en mi vida de recién emigrada. Solo así podría comprender y tener fuerza para conducir el cayuco de mi propia prosa. Tenía que crecer de la nada una laguna Estigia o un cementerio imaginario. En otras palabras: confeccionar un país duradero, el de la literatura como automedicación, olvidarlo todo para volver a encontrarlo.
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Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
Dícese del barbitúrico. Escribir, para entender. Escribir, para resistir. Escribir, como una sedación. Escribir, para no matarse. Escribir, para matarse. |
Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
"Cuando llegué aquí tenía mucho menos claro el sonido de las multitudes y el valor que van cobrando los días cuando se juntan, unos junto a otros, año tras año, como un conjunto invisible de verdades que se revelan, amarillas, sobre las paredes. No entendía el valor de una habitación con ventanas, cuán importante es una noche continua de sueño o el abrazo recuperado de a quienes en verdad echas de menos. Aprendí a perder. A darme cuenta de que perdía, lo aprendí mucho después.[...] Cuando llegué aquí, hace seis años, no pensé que quien se marchaba de un lugar lo hacía de esta forma, tan como si no ocurriera. Porque comienzan a llegar los días en que los regresos se parecen cada vez más a las visitas. Y cuando menos lo esperas, descubres que has estado marchándote demasiado tiempo." (Pág.121-122). |
Crónicas barbitúricas de Karina Sainz Borgo
"No es patria el suelo que se pisa, dice el poeta sino el que habita y nos habita." (Pág.103).
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