Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Así es que, echándose sobre los hombros sus capas mugrientas, me comunicaron muy solemnemente que estaba detenida en nombre de la República Francesa.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Así es que, echándose sobre los hombros sus capas mugrientas, me comunicaron muy solemnemente que estaba detenida en nombre de la República Francesa.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Siguió diciéndome, siempre en voz baja, que como al menos los asuntos relacionados con el dinero le seguían siendo favorables, había dispuesto que, si moría, se me hiciera ingreso en Inglaterra de una cierta suma anual; además, ya había dispuesto un envío de fondos a Inglaterra, para que pudiera valerme en cuanto lograse abadonar Francia.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
El duque de Chartres, al irse, dejó escrita una carta dirigida a su padre en la que le reprochaba su actitud; fue una carta tan agria que el duque de Orléans no pudo dejar de pensar en ella hasta que le quitaron la vida. Su hijo le culpaba directamente y abiertamente de la muerte del rey.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Aquellos pelotones de soldados eran aún más temibles que los guardias revolucionarios de los primeros meses; habían sido reclutados entre los ladrones y asesinos; a veces asaltaban a la gente por las calles y hacían que les entregaran el dinero o los objetos de valor que llevasen, so pena de ser denunciados como conspiradores si no obedecían.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Robespierre se convirtió en el hombre más poderoso. La gente no se atrevía ni hablar ni a respirar. Nadie se paraba en la calle para saludar a un conocido. En resumen, hasta en la soledad de tus aposentos sentías miedo. Si reías, podían acusarte de hacer mofa de algún símbolo de la Revolución o de las noticias que propalaban los republicanos. Si llorabas, podían acusarte de lamentar sus éxitos.
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Fueron varios los guardias y mantenedores del Palacio de Meudon, que solían salir de caza con el rey, los que murieron de pena en muy corto espacio de tiempo.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Se preparaba una manifestación de damas de la corte ante la Convención, y ante el Hotel de Ville, para pedir la liberación del rey, que sería ejecutado el lunes. Sin embargo, los monstruos causantes de su muerte hicieron leer una proclama por las calles de París en la que se decía que no se repararía en el hecho de que fueran mujeres, y que allí donde se les encontrara manifestándose... serían ejecutadas.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Nunca antes me sentí tan avergonzada por la conducta de alguien, como lo estuve aquel día con el duque de Orléans. Ninguno de los que estábamos en el hotel pudimos aguabtar las lágrimas; ni siquiera el duque de Biron, que era un republicano convencido. Un joven oficial, ayudante de campo del duque de Biron, se quitó la guerrera militar y la arrojó al fuego de la chimenea diciendo que jamás volvería a vestir aquel uniforme.
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Me dijo el duque, además, que todo cuanto concernía a los controles, las patrullas y las barricadas era cosa, entonces, de Robespierre, un hombre que le resultaba especialmente odioso; un hombre, me aseguró, que además detestaba a los ingleses.
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Eso resulta fácil de decir aquí, en tu alcoba... pero estoy en el torrente, a punto de ser arrastrado. Ya no me sé ni propietario de mi nombre ni responsable de mis propios actos; no creo que puedas juzgar mi situación actual, que no es la más agradable, te lo aseguro.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Las revoluciones quizás traigan más beneficios a nuestros hijos que a nosotros mismos, pues siempre se producen de manera terrible.
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El duque me replicó; dijo que comprendía mi miedo durante la visita nocturna, y que, en efecto, "a veces en las revoluciones se derrama sangre inocente ybes difícil evitar que así sea".
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(Mi cocinera) decidió quedarse toda la noche en vela, junto a la cabecera de mi cama, para defenderme si se producía el temido asalto. Esos sí, no dejó un momento de hostigar al pobre marqués, pues decía que estaba segura que tarde o temprano iba a ser guillotinado.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Cuando salía del palacio la reina dio su mano al marqués de Chansenets y le dijo: "Creo que hacemos mal en irnos pero no he posido persuasir al rey... Sólo Dios sabe si volveremos a vernos"
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Al menos combatieron (los guardias suizos) hasta dar tiempo a que Sus Majestades fueran llevados a la Asamblea Nacional; después, los guardias suizos y los soldados de los batallones de St. Thomas du Louvre fueron hechos pedazos. La plebe masacró aquellas tropas y cortó mas cabezas de sus oficiales, para mostrarlas después por las calles en señal de su salvaje triunfo.
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Su majestad, desde que hizo aparición en el teatro, dip muestras de una entereza deslumbrante, en ningún momento pareció abatida. Fue recibida com grandes aplausos y vi que los ojos se le llenaban de lágrimas conmovidas.
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... (mucha gente) deseaban que Sus Majestades aparecieran en público, para desagraviarles. Así, pues, la reina, acompañada por su hijo el Delfín, un niño precioso y encantador, y por si no menos encantadora hija, Madame Royal, y en la compañía de Madame Elizabeth, la hermana del rey, y de Madame Tourzelle, la institutriz de los príncipes, acudió un día a la Comédie Italienne. Fue la última vez que la reina apareció en público... pareció encantada, atenta en todo momento a la representación.
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Muchas horas pasó allí la turba infame, destrozando dependencias y obras de arte, insultando una y otra vez a los reyes, escupiéndoles, y en fin, sometiéndoles a toda suerte de vejaciones, sin que nadie pusiera fin a sus desmanes; los guardias se limitaban a impedir agresiones más graves contra ellos. Borracha la plebe, desaparecieron aquel día innumerables objetos de valor; creo que fue cuando más evidente debió de resultarles a los reyes aue su suerte estaba echada, que no podrían esperae nada, salvo violencias mayores, de aquella gente.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Los infames obligaron al rey al ponerse un gorro friguo rojo al tiempo que le dirigían los insultos más graves y soeces. Luego se dirigieron a las dependencias que ocupaba la reina, con la declarada intención de asesinarla. Madame Elizabeth, sin embargo, previno a tiempo a Su Majestad, pero ésta, presa del pánico, corrió hacia las dependencias del rey con el pequeño Delfín, en vez de esconderse; siempre buscaba la reina amparo en el rey cuando algo la turbaba.
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Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
En 1792 el duque de Orléans ingresó en los ejércitos franceses del norte, que mandaba el viejo conde de Rochambeau. Allí servían también dos de sus hijos, Monsieur el duque de Montpensier y Monsieur el conde de Beaujolais.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?